(VISITA) LA PINTURA SEVILLANA UNA
APROXIMACIÓN ICONOGRÁFICA BLOQUE I: TEMÁTICA RELIGIOSA FICHA 6: MARÍA MAGDALENA
Y OTROS PECADORES MUSEO DE BB.AA.
FICHA ATRIUM ( NO PUDE ASISTIR)
EL ARREPENTIMIENTO Y LA
PENITENCIA EN EL ARTE DE LA CONTRARREFORMA, LA MAGDALENA Entre los siglos XIII
y XV se asiste a un gran enriquecimiento del número e iconografía de los santos
patronos y protectores, figuras que los cristianos imploran y que desempeñan un
notable y activo papel social. Incluso se ha llegado a afirmar que la
cristiandad occidental pasó entonces de un régimen icónico restrictivo a una
iconicidad sin reservas y expansiva. Entre los tipos de mayor frecuencia se
constatan ahora las autoridades intelectuales de la iglesia, profetas,
evangelistas y doctores, estos últimos vinculados además a la aparición de las
universidades. Los doctores triunfan en los frescos y retablos provocando entre
los fieles admiración y deseo de emulación. A los citados sabios se
incorporarán otros nuevos perfiles en el siglo XVI para contrarrestar el cisma
que supuso la expansión del luteranismo. El concilio de Trento, celebrado en
tres convocatorias entre 1545 y 1563 y orquestado principalmente por la orden
de la Compañía de Jesús, tuvo como objetivo principal responder a nivel
intelectual y práctico a los principios extendidos por la Reforma Protestante.
De entre las conclusiones que se publican tras su clausura destaca la defensa
del valor de la penitencia y el arrepentimiento de nuestros pecados para
obtener la salvación, idea que se contrapone frontalmente al argumento luterano
que afirma que con sólo la fe se alcanza de vida eterna. En cuanto a las obras
de penitencia, Trento incide en que no sólo se orientan a remediar el daño que
introdujo el pecado, sino que también contribuyen a descubrir la gravedad de
las faltas, a vivir con mayor vigilancia y a crear buenos hábitos que
sustituyan viejos vicios. Para que el sacramento de la penitencia (confesión)
sea fructífero debe existir en el creyente una contrición que excluya la
voluntad volver a pecar y la esperanza del perdón. En esta línea de pensamiento
muchos santos que no incluían en su leyenda la experiencia de la penitencia y
el eremitismo se convierten, bajo este espíritu combativo, en paladines del
arrepentimiento y en ejemplos de mortificación. Santo Domingo, san Francisco,
san Pedro de Alcántara, las numerosas versiones de las lágrimas de san Pedro,
santa María Egipcíaca o la Magdalena pasan a ser lección permanente del valor
del arrepentimiento y desplazan a los doctores como modelos a imitar. De este
modo se articula una gran cantidad de imágenes en las que el mensaje es la
reflexión sobre la soledad y el alejamiento de las vanidades mundanas. La fórmula
que contó con más éxito fue la del santo haciendo penitencia en medio de un
paisaje desértico (en el sentido de deshabitado). La búsqueda del retiro guía a
los pintores, que lo imaginan, sobre todo durante el siglo XVI, en medio de una
naturaleza amplia y acogedora, un «locus amoenus» que a manera de Arcadia
sugiere la idea de paraíso como contrapunto al caos de la vida terrena. El gran
protagonista del tema fue san Jerónimo (fig. 1), pues fue quien mejor encarnó
la filosofía de la renuncia a las posesiones terrenales. En este contexto María
Magdalena se convertiría en el modelo de aquellos pecadores que abrigaban la
esperanza de alcanzar la salvación por medio del arrepentimiento (figs. 2 y 3).
Su vida disoluta hasta su conversión la convierten en ejemplo ideal para
entender que la vida eterna es un premio al que toda persona puede aspirar.
Ahondemos un poco en el personaje. La Magdalena aparece brevemente en los
cuatro evangelios canónicos. Se la nombra como parte del grupo femenino que
seguía y servía a Jesús, presenciando su crucifixión y ayudando en su
sepultura. Tiene además un papel protagonista en la Resurrección, ya que
descubre el sepulcro vacío. Cumple fielmente las condiciones para haber sido un
apóstol, siguiendo al maestro desde el principio y permaneciendo a su lado
cuando los hombres se habían retirado, pero no cumple el requisito de género,
ya que en aquella cultura la mujer tenía limitadas sus funciones. Estos escasos
datos se completarían con el relato que publica en 1260 el dominico Santiago de
la Vorágine en su Leyenda Dorada. Este texto la presenta como una joven de
buena familia, hermana de Lázaro y Marta, que se entrega a una vida de excesos
tras la muerte de sus padres. Abandona esta actitud y se convierte en discípula
de Cristo tras ser perdonada por el maestro en casa de Simón el fariseo. Tras
la crucifixión marcha a Marsella con sus hermanos, donde durante 30 años se
entrega a la vida eremítica y a la predicación. Este perfil se completa con los
escritos de Nag Hammadi, traducciones de originales griegos de los siglos II y
III, donde aparece como el discípulo elegido, con más comprensión y agudeza que
el resto de apóstoles, hasta tal punto que despierta suspicacia entre ellos. En
relación con estos apócrifos surgió una nueva caracterización que la supone
pareja o esposa de Cristo. Centrándonos ya en su iconografía señalamos que en
sus representaciones será habitual incluir el tarro de ungüentos, su atributo
por antonomasia. El resto de símbolos variarán según la época, si bien no cambia
el hecho de situarla como testigo de la Resurrección, casi siempre vestida de
rojo. En el siglo XIII la vemos desnuda revestida por sus largos cabellos, en
errónea identificación con santa María Egipciaca. Tras Trento se establecen
unas normas que implican eliminar los atuendos suntuosos y suprimir varios
pasajes de la Leyenda Dorada, como su predicación o milagros en Marsella, pero
se mantiene y potencia la representación como penitente en su retiro. Aparece
ahora con una calavera en recuerdo de la fugacidad de la vida y un crucifijo
que alude a su redención. Sin embargo esta renovación nos presentará una mujer
que con frecuencia aparece desnuda, contraviniendo las instrucciones
conciliares que instan a repudiar las formas provocativas. Ya en el barroco será
plasmada en éxtasis místico, con los ojos hacia al cielo. OTROS EJEMPLOS DE
ARREPENTIDOS El catálogo del museo nos acerca a otros santos que durante los
siglos XVI y XVII se utilizan como ejemplo de sacrificio según los preceptos
trentinos, las más de las veces tras renunciar a una placentera existencia
rodeada de lujo. En esta línea citamos en primer lugar a María Magdalena de
Pazzi (fig. 4), florentina de origen aristocrático que vivió entre 1566 y 1607;
Francisco de Borja (fig. 5), duque de Gandía, que abandonó la corte en 1546
para ingresar en la Compañía de Jesús, de la cual fue nombrado Padre General en
1565; Pedro Fernández Pecha (fig. 6), tesorero de Alfonso XI y según algunos
también de Pedro I, fundador con Fernando Yáñez Figueroa de la Orden de los
Jerónimos en 1359; o Luis Beltrán, misionero dominico de ilustre familia
valenciana que marcha a América para defender los derechos indígenas,
encontrando su redención en el dolor de las muchas enfermedades que contrae
durante su periplo.






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