martes, 25 de noviembre de 2025

VISITA PINTURA SEVILLANA MAGDALENA Y OTROS PECADORES

 










(VISITA) LA PINTURA SEVILLANA UNA APROXIMACIÓN ICONOGRÁFICA BLOQUE I: TEMÁTICA RELIGIOSA FICHA 6: MARÍA MAGDALENA Y OTROS PECADORES MUSEO DE BB.AA.

FICHA ATRIUM ( NO PUDE ASISTIR)

EL ARREPENTIMIENTO Y LA PENITENCIA EN EL ARTE DE LA CONTRARREFORMA, LA MAGDALENA Entre los siglos XIII y XV se asiste a un gran enriquecimiento del número e iconografía de los santos patronos y protectores, figuras que los cristianos imploran y que desempeñan un notable y activo papel social. Incluso se ha llegado a afirmar que la cristiandad occidental pasó entonces de un régimen icónico restrictivo a una iconicidad sin reservas y expansiva. Entre los tipos de mayor frecuencia se constatan ahora las autoridades intelectuales de la iglesia, profetas, evangelistas y doctores, estos últimos vinculados además a la aparición de las universidades. Los doctores triunfan en los frescos y retablos provocando entre los fieles admiración y deseo de emulación. A los citados sabios se incorporarán otros nuevos perfiles en el siglo XVI para contrarrestar el cisma que supuso la expansión del luteranismo. El concilio de Trento, celebrado en tres convocatorias entre 1545 y 1563 y orquestado principalmente por la orden de la Compañía de Jesús, tuvo como objetivo principal responder a nivel intelectual y práctico a los principios extendidos por la Reforma Protestante. De entre las conclusiones que se publican tras su clausura destaca la defensa del valor de la penitencia y el arrepentimiento de nuestros pecados para obtener la salvación, idea que se contrapone frontalmente al argumento luterano que afirma que con sólo la fe se alcanza de vida eterna. En cuanto a las obras de penitencia, Trento incide en que no sólo se orientan a remediar el daño que introdujo el pecado, sino que también contribuyen a descubrir la gravedad de las faltas, a vivir con mayor vigilancia y a crear buenos hábitos que sustituyan viejos vicios. Para que el sacramento de la penitencia (confesión) sea fructífero debe existir en el creyente una contrición que excluya la voluntad volver a pecar y la esperanza del perdón. En esta línea de pensamiento muchos santos que no incluían en su leyenda la experiencia de la penitencia y el eremitismo se convierten, bajo este espíritu combativo, en paladines del arrepentimiento y en ejemplos de mortificación. Santo Domingo, san Francisco, san Pedro de Alcántara, las numerosas versiones de las lágrimas de san Pedro, santa María Egipcíaca o la Magdalena pasan a ser lección permanente del valor del arrepentimiento y desplazan a los doctores como modelos a imitar. De este modo se articula una gran cantidad de imágenes en las que el mensaje es la reflexión sobre la soledad y el alejamiento de las vanidades mundanas. La fórmula que contó con más éxito fue la del santo haciendo penitencia en medio de un paisaje desértico (en el sentido de deshabitado). La búsqueda del retiro guía a los pintores, que lo imaginan, sobre todo durante el siglo XVI, en medio de una naturaleza amplia y acogedora, un «locus amoenus» que a manera de Arcadia sugiere la idea de paraíso como contrapunto al caos de la vida terrena. El gran protagonista del tema fue san Jerónimo (fig. 1), pues fue quien mejor encarnó la filosofía de la renuncia a las posesiones terrenales. En este contexto María Magdalena se convertiría en el modelo de aquellos pecadores que abrigaban la esperanza de alcanzar la salvación por medio del arrepentimiento (figs. 2 y 3). Su vida disoluta hasta su conversión la convierten en ejemplo ideal para entender que la vida eterna es un premio al que toda persona puede aspirar. Ahondemos un poco en el personaje. La Magdalena aparece brevemente en los cuatro evangelios canónicos. Se la nombra como parte del grupo femenino que seguía y servía a Jesús, presenciando su crucifixión y ayudando en su sepultura. Tiene además un papel protagonista en la Resurrección, ya que descubre el sepulcro vacío. Cumple fielmente las condiciones para haber sido un apóstol, siguiendo al maestro desde el principio y permaneciendo a su lado cuando los hombres se habían retirado, pero no cumple el requisito de género, ya que en aquella cultura la mujer tenía limitadas sus funciones. Estos escasos datos se completarían con el relato que publica en 1260 el dominico Santiago de la Vorágine en su Leyenda Dorada. Este texto la presenta como una joven de buena familia, hermana de Lázaro y Marta, que se entrega a una vida de excesos tras la muerte de sus padres. Abandona esta actitud y se convierte en discípula de Cristo tras ser perdonada por el maestro en casa de Simón el fariseo. Tras la crucifixión marcha a Marsella con sus hermanos, donde durante 30 años se entrega a la vida eremítica y a la predicación. Este perfil se completa con los escritos de Nag Hammadi, traducciones de originales griegos de los siglos II y III, donde aparece como el discípulo elegido, con más comprensión y agudeza que el resto de apóstoles, hasta tal punto que despierta suspicacia entre ellos. En relación con estos apócrifos surgió una nueva caracterización que la supone pareja o esposa de Cristo. Centrándonos ya en su iconografía señalamos que en sus representaciones será habitual incluir el tarro de ungüentos, su atributo por antonomasia. El resto de símbolos variarán según la época, si bien no cambia el hecho de situarla como testigo de la Resurrección, casi siempre vestida de rojo. En el siglo XIII la vemos desnuda revestida por sus largos cabellos, en errónea identificación con santa María Egipciaca. Tras Trento se establecen unas normas que implican eliminar los atuendos suntuosos y suprimir varios pasajes de la Leyenda Dorada, como su predicación o milagros en Marsella, pero se mantiene y potencia la representación como penitente en su retiro. Aparece ahora con una calavera en recuerdo de la fugacidad de la vida y un crucifijo que alude a su redención. Sin embargo esta renovación nos presentará una mujer que con frecuencia aparece desnuda, contraviniendo las instrucciones conciliares que instan a repudiar las formas provocativas. Ya en el barroco será plasmada en éxtasis místico, con los ojos hacia al cielo. OTROS EJEMPLOS DE ARREPENTIDOS El catálogo del museo nos acerca a otros santos que durante los siglos XVI y XVII se utilizan como ejemplo de sacrificio según los preceptos trentinos, las más de las veces tras renunciar a una placentera existencia rodeada de lujo. En esta línea citamos en primer lugar a María Magdalena de Pazzi (fig. 4), florentina de origen aristocrático que vivió entre 1566 y 1607; Francisco de Borja (fig. 5), duque de Gandía, que abandonó la corte en 1546 para ingresar en la Compañía de Jesús, de la cual fue nombrado Padre General en 1565; Pedro Fernández Pecha (fig. 6), tesorero de Alfonso XI y según algunos también de Pedro I, fundador con Fernando Yáñez Figueroa de la Orden de los Jerónimos en 1359; o Luis Beltrán, misionero dominico de ilustre familia valenciana que marcha a América para defender los derechos indígenas, encontrando su redención en el dolor de las muchas enfermedades que contrae durante su periplo.


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