Escuadra Poseidón I (1968) |
Recogiendo diploma mejor escuadra de la Centuria (1968) |
Jefe de Escuadra Poseidon-I (1968) |
LA CAPILLA DE LOS RECUERDOS: ISLA
CRISTINA ¿Juan Vaello? De Encinasola
El establecimiento en Isla Cristina de un Campamento del Frente de
Juventudes, dependiente de Falange, se sitúa en torno a mediados de la década
de 1940 en la zona de la Playa Central donde hoy se levantan los chalets
construidos por la empresa Ciparsa.
Con posterioridad se trasladaría
a la zona intermedia entre las playas del Hoyo y de la Casita Azul, al otro
lado de la carretera Isla Cristina-La Antilla, zona que hoy recibe el nombre de
"El Campamento".
Por el semanario "La
Higuerita" n 2.056 de 7 de julio de 1952 sabemos que "En el magnífico
predio donde está instalado el Campamento del FE. de JJ. se han hecho diversas
reformas. Además se está construyendo una capilla".
No se informa nada más de esas
obras, aunque el Campamento fue visitado a principios de septiembre de dicho
año por el Gobernador Civil, Francisco Summers Isern para la clausura del
mismo.
Sin embargo, el número 2.105 de
este mismo periódico, con fecha 29 de junio de 1953, nos cuenta como "El
viernes por la tarde (es decir el día 26 de junio) tuvo lugar la inauguración
"por esta temporada veraniega" del Campamento instalado
definitivamente en una planicie encantadora al sitio conocido por "La
Casita Azul"... Se ha habilitado al culto una capilla, por cierto, muy
bonita, en la cual ha sido colocada una imagen de la Virgen del Carmen llevada
desde la población hasta allí procesionalmente a hombros de jóvenes
falangistas’
Actualmente, en la zona del
Campamento, únicamente se conservan la citada capilla y la portada de acceso al
mismo, compuesta por tres arcos, el central de mayor tamaño con la leyenda
"Campamento La Rábida", en azulejos, así como tres más pequeños con
el yugo y las flechas y el emblema de la Falange.
La pequeña capilla presenta en su
fachada principal un arco de medio punto como acceso principal, y sobre este
una ventana polilobulada, sobre la que se alza la espadaña con hueco para una
única campana. En ambos laterales se abren dos pequeñas ventanas abocinadas. Su
interior se encuentra dividido en dos por una pared donde se acopla la mesa de
altar, de material, sobre la que ha una hornacina, ocupada en su momento por la
Virgen del Carmen. A ambos lados se abren dos huecos de acceso a la zona
posterior, mucho más amplia, con una pequeña puerta al exterior.
Se cubre con teja curva, cruz de
hierro y sus muros se encuentran revestidos de un revoco blanco y ocre.
Actualmente se encuentra en un
lamentable estado de abandono, sin puertas ni ventanas, y numerosas pintadas
por toda la zona, tanto en la capilla como en la portada.
No obstante, el PGOU le otorga un
nivel de protección de grado 1, protegiendo el edificio y la portada en su
totalidad, preservando sus características físicas arquitectónicas, su forma y
volumen. Por lo tanto, únicamente se admiten obras destinadas a su restauración,
conservación, consolidación y acondicionamiento.
CRONOLOGÍA(RECUERDOS DE UNA
INFANCIA):
Yo tenía 12 años y mi ilusión,
(como la de cualquier niño de esa edad) era pasar veinte días de acampada en el
campamento de Isla Cristina.
En mi casa nunca se anduvo bien
de dinero, por lo que la ilusión de esas vacaciones, año tras años siempre se
quedaban en eso, ilusión. Pero ese año mi padre me dio la sorpresa, no sé cómo
lo hizo, pero hablo con Francisco Adrián, y al campamento que fui.
Salimos una mañana de agosto, muy
temprano, en la DKV con motor de dos tiempos, que también servía de ambulancia,
nos llevaron a la estación de la Nava, para coger el tren hacia Huelva. Que
pasada, todos los amigos en el tren, nos lo pasamos estupendamente, una vez en
la capital nos llevaron a un edificio enorme y antiguo, que era la sede de la
Falange, allí nos dieron el uniforme, camisa caqui con hombreras azules, una
boina con una insignia, con las letras VALE QUIEN SIRVE, y la figura de un león
rampante, un cinturón con una hebilla chulisima era una pasada, (hasta podías
abrir latas con ella), los zapatos y medias blancas.
Que ilusión…Ya era un niño de la
OJE, no me lo podía creer, ya no había marcha atrás, ya tenía mi uniforme, mi
plato de aluminio y mi cubierto, que se componía de una cuchara un cuchillo y
un tenedor, todo enganchado con un cierre.
Al medio día, nos llevaron a
comer a la Esquinita te espero, en aquellos tiempos era un sitio muy popular, y
hacían unos chocos fritos buenísimos, para mi que era la primera vez que comía
en un restaurante, fue una experiencia muy bonita. Ya por la tarde salimos en
tren hacia Isla Cristina, otra vez todos los amigos cantando hasta que nos
mandaban callar. Es curioso recuerdo todo lo que paso en ese viaje y en la
estancia en el campamento, pero lo que no recuerdo es a los otros niños que
venían conmigo, creo que uno de ellos era mi amigo Francisco Belata, si alguno
de ellos recuerda este campamento, me gustaría que compartiera con todos
nosotros este recuerdo tan bonito de nuestra niñez.
….Llegamos a la estación de Isla
Cristina, nos estaban esperando, no recuerdo quien era aquel señor, (creo que
era un cura), nos metió a los que cabíamos en una especie de huevo con ruedas,
mas tarde supe que era la famosa Isetta de Iso, una marca italiana. Que
invento… movió la maneta y se abrió por la parte delantera y el volante siguió
a la puerta y se apartó, seguro que dio más de un viaje desde la estación al
campamento, solo recuerdo que íbamos muy apretados.
Que bonito el campamento, con
aquella entrada con un portal muy grande, su comedor en medio del pinar con las
mesas y los bancos de madera, el suelo de arena, el caminito hecho de madera
que te llevaba dunas arriba a las letrinas, a las cocinas, a las duchas y a los
grifos donde lavábamos los platos de aluminio. Lo primero que hicimos fue
montar la tienda, como pudimos pusimos los tres palos y tiramos encima la lona,
con cuidado de no romperla más de lo que ya estaba. Clavamos las piquetas de
madera, tiramos los vientos, bajamos los faldones y le pusimos arena para que
no se levantara, que chula la tienda de campaña, con su ventanita en la parte
de atrás, su piso de rejilla de madera y su colchoneta de paja. Nos acomodaron
de cinco en cinco, creo que eso era una escuadra.
Esa noche, el jefe que era un
señor muy serio, con camisa azul y una boina roja, nos reunió en un fuego de
campamento, nos habló de nuestras obligaciones durante esos veinte días.
Levantarse al toque de diana, ser ordenado, obedecer a nuestros superiores,
dejar la tienda cada día en perfecto orden de revista, con la colchoneta
recogida y la manta encima, etc., etc., etc. Estaba prohibido salir del
perímetro del campamento, salir fuera de la tienda después del toque de
silencio, y por supuesto no escribir nuestro nombre en la tienda, fue lo
primero que hicimos, cuando lo descubrieron nos castigaron a limpiar las
letrinas. Cada mañana, nos formaban en la puerta de la tienda y el jefe entraba
y miraba que todo estuviera en orden, nos enseñaban a hacer la instrucción y a
desfilar. Años después, cuando hice la mili recordé el campamento y puedo
asegurar que aquello era como la mili, lo que pasa es que había más juegos que
instrucción y por eso era llevadero.
A los pocos días de estar en el
Campamento, llegaron las fiestas del Carmen y había fiesta en el pueblo, nos
formaron a todos y nos fuimos caminando hasta Isla Cristina, que tarde tan
buena pasamos, había coches de choques, podías alquilar bicicletas, en fin,
había de todo lo mejor para que unos niños de 12 años se lo pasaran bien. Esa
tarde conocí a una niña de Huelva que pasaba sus vacaciones con la familia en
el pueblo, se llamaba Loli y era guapísima, paseamos juntos, montamos en bici y
lo pasamos de miedo. Que pena cuando llego la hora de despedirnos, ella me
prometió que me vendría a ver al campamento, yo creí que no lo haría, pero sí.
Una tarde uno de mis amigos me avisó…Vaello, corre, corre que ha venido Loli a
verte, está esperándote escondida en el pinar. Que alegría, que atrevimiento
venir hasta el campamento solo para verme a mí, allí estaba con una amiga suya
sentada debajo de un pino, hablamos un buen rato pero se tuvo que marchar
pronto. Nos vimos otra vez que fuimos al pueblo todos los niños del campamento,
ya no la vi más hasta unos años más tarde en Huelva, la fui a esperar a su
colegio pero cuando salió, un chico la esperaba y se fueron caminando cogidos
de la mano, yo me fui muy disimuladamente, en ese preciso instante terminó la
historia de lo que sería mi primer amor.
Los veinte días pasaron, y me
pase un campamento maravilloso, mis compañeros de tienda me gastaron alguna que
otra broma, pero los días de playa y de juegos en los pinares y en las dunas,
lo hacían olvidar todo.