miércoles, 24 de junio de 1970

Campamento de Mazagón (1968) y texto de Juan Vaello sobre campamento "La Rábida" de Isla Cristina



Escuadra Poseidón I (1968)




Recogiendo diploma mejor escuadra de la Centuria (1968)





Jefe de Escuadra Poseidon-I (1968)
























LA CAPILLA DE LOS RECUERDOS: ISLA CRISTINA ¿Juan Vaello? De Encinasola

  El establecimiento en Isla Cristina de un Campamento del Frente de Juventudes, dependiente de Falange, se sitúa en torno a mediados de la década de 1940 en la zona de la Playa Central donde hoy se levantan los chalets construidos por la empresa Ciparsa.

Con posterioridad se trasladaría a la zona intermedia entre las playas del Hoyo y de la Casita Azul, al otro lado de la carretera Isla Cristina-La Antilla, zona que hoy recibe el nombre de "El Campamento".

Por el semanario "La Higuerita" n 2.056 de 7 de julio de 1952 sabemos que "En el magnífico predio donde está instalado el Campamento del FE. de JJ. se han hecho diversas reformas. Además se está construyendo una capilla".

No se informa nada más de esas obras, aunque el Campamento fue visitado a principios de septiembre de dicho año por el Gobernador Civil, Francisco Summers Isern para la clausura del mismo.

Sin embargo, el número 2.105 de este mismo periódico, con fecha 29 de junio de 1953, nos cuenta como "El viernes por la tarde (es decir el día 26 de junio) tuvo lugar la inauguración "por esta temporada veraniega" del Campamento instalado definitivamente en una planicie encantadora al sitio conocido por "La Casita Azul"... Se ha habilitado al culto una capilla, por cierto, muy bonita, en la cual ha sido colocada una imagen de la Virgen del Carmen llevada desde la población hasta allí procesionalmente a hombros de jóvenes falangistas’

Actualmente, en la zona del Campamento, únicamente se conservan la citada capilla y la portada de acceso al mismo, compuesta por tres arcos, el central de mayor tamaño con la leyenda "Campamento La Rábida", en azulejos, así como tres más pequeños con el yugo y las flechas y el emblema de la Falange.

La pequeña capilla presenta en su fachada principal un arco de medio punto como acceso principal, y sobre este una ventana polilobulada, sobre la que se alza la espadaña con hueco para una única campana. En ambos laterales se abren dos pequeñas ventanas abocinadas. Su interior se encuentra dividido en dos por una pared donde se acopla la mesa de altar, de material, sobre la que ha una hornacina, ocupada en su momento por la Virgen del Carmen. A ambos lados se abren dos huecos de acceso a la zona posterior, mucho más amplia, con una pequeña puerta al exterior.

Se cubre con teja curva, cruz de hierro y sus muros se encuentran revestidos de un revoco blanco y ocre.

Actualmente se encuentra en un lamentable estado de abandono, sin puertas ni ventanas, y numerosas pintadas por toda la zona, tanto en la capilla como en la portada.

No obstante, el PGOU le otorga un nivel de protección de grado 1, protegiendo el edificio y la portada en su totalidad, preservando sus características físicas arquitectónicas, su forma y volumen. Por lo tanto, únicamente se admiten obras destinadas a su restauración, conservación, consolidación y acondicionamiento.

CRONOLOGÍA(RECUERDOS DE UNA INFANCIA):

Yo tenía 12 años y mi ilusión, (como la de cualquier niño de esa edad) era pasar veinte días de acampada en el campamento de Isla Cristina.

En mi casa nunca se anduvo bien de dinero, por lo que la ilusión de esas vacaciones, año tras años siempre se quedaban en eso, ilusión. Pero ese año mi padre me dio la sorpresa, no sé cómo lo hizo, pero hablo con Francisco Adrián, y al campamento que fui.

Salimos una mañana de agosto, muy temprano, en la DKV con motor de dos tiempos, que también servía de ambulancia, nos llevaron a la estación de la Nava, para coger el tren hacia Huelva. Que pasada, todos los amigos en el tren, nos lo pasamos estupendamente, una vez en la capital nos llevaron a un edificio enorme y antiguo, que era la sede de la Falange, allí nos dieron el uniforme, camisa caqui con hombreras azules, una boina con una insignia, con las letras VALE QUIEN SIRVE, y la figura de un león rampante, un cinturón con una hebilla chulisima era una pasada, (hasta podías abrir latas con ella), los zapatos y medias blancas.

Que ilusión…Ya era un niño de la OJE, no me lo podía creer, ya no había marcha atrás, ya tenía mi uniforme, mi plato de aluminio y mi cubierto, que se componía de una cuchara un cuchillo y un tenedor, todo enganchado con un cierre.

Al medio día, nos llevaron a comer a la Esquinita te espero, en aquellos tiempos era un sitio muy popular, y hacían unos chocos fritos buenísimos, para mi que era la primera vez que comía en un restaurante, fue una experiencia muy bonita. Ya por la tarde salimos en tren hacia Isla Cristina, otra vez todos los amigos cantando hasta que nos mandaban callar. Es curioso recuerdo todo lo que paso en ese viaje y en la estancia en el campamento, pero lo que no recuerdo es a los otros niños que venían conmigo, creo que uno de ellos era mi amigo Francisco Belata, si alguno de ellos recuerda este campamento, me gustaría que compartiera con todos nosotros este recuerdo tan bonito de nuestra niñez.

….Llegamos a la estación de Isla Cristina, nos estaban esperando, no recuerdo quien era aquel señor, (creo que era un cura), nos metió a los que cabíamos en una especie de huevo con ruedas, mas tarde supe que era la famosa Isetta de Iso, una marca italiana. Que invento… movió la maneta y se abrió por la parte delantera y el volante siguió a la puerta y se apartó, seguro que dio más de un viaje desde la estación al campamento, solo recuerdo que íbamos muy apretados.

Que bonito el campamento, con aquella entrada con un portal muy grande, su comedor en medio del pinar con las mesas y los bancos de madera, el suelo de arena, el caminito hecho de madera que te llevaba dunas arriba a las letrinas, a las cocinas, a las duchas y a los grifos donde lavábamos los platos de aluminio. Lo primero que hicimos fue montar la tienda, como pudimos pusimos los tres palos y tiramos encima la lona, con cuidado de no romperla más de lo que ya estaba. Clavamos las piquetas de madera, tiramos los vientos, bajamos los faldones y le pusimos arena para que no se levantara, que chula la tienda de campaña, con su ventanita en la parte de atrás, su piso de rejilla de madera y su colchoneta de paja. Nos acomodaron de cinco en cinco, creo que eso era una escuadra.

Esa noche, el jefe que era un señor muy serio, con camisa azul y una boina roja, nos reunió en un fuego de campamento, nos habló de nuestras obligaciones durante esos veinte días. Levantarse al toque de diana, ser ordenado, obedecer a nuestros superiores, dejar la tienda cada día en perfecto orden de revista, con la colchoneta recogida y la manta encima, etc., etc., etc. Estaba prohibido salir del perímetro del campamento, salir fuera de la tienda después del toque de silencio, y por supuesto no escribir nuestro nombre en la tienda, fue lo primero que hicimos, cuando lo descubrieron nos castigaron a limpiar las letrinas. Cada mañana, nos formaban en la puerta de la tienda y el jefe entraba y miraba que todo estuviera en orden, nos enseñaban a hacer la instrucción y a desfilar. Años después, cuando hice la mili recordé el campamento y puedo asegurar que aquello era como la mili, lo que pasa es que había más juegos que instrucción y por eso era llevadero.

A los pocos días de estar en el Campamento, llegaron las fiestas del Carmen y había fiesta en el pueblo, nos formaron a todos y nos fuimos caminando hasta Isla Cristina, que tarde tan buena pasamos, había coches de choques, podías alquilar bicicletas, en fin, había de todo lo mejor para que unos niños de 12 años se lo pasaran bien. Esa tarde conocí a una niña de Huelva que pasaba sus vacaciones con la familia en el pueblo, se llamaba Loli y era guapísima, paseamos juntos, montamos en bici y lo pasamos de miedo. Que pena cuando llego la hora de despedirnos, ella me prometió que me vendría a ver al campamento, yo creí que no lo haría, pero sí. Una tarde uno de mis amigos me avisó…Vaello, corre, corre que ha venido Loli a verte, está esperándote escondida en el pinar. Que alegría, que atrevimiento venir hasta el campamento solo para verme a mí, allí estaba con una amiga suya sentada debajo de un pino, hablamos un buen rato pero se tuvo que marchar pronto. Nos vimos otra vez que fuimos al pueblo todos los niños del campamento, ya no la vi más hasta unos años más tarde en Huelva, la fui a esperar a su colegio pero cuando salió, un chico la esperaba y se fueron caminando cogidos de la mano, yo me fui muy disimuladamente, en ese preciso instante terminó la historia de lo que sería mi primer amor.

Los veinte días pasaron, y me pase un campamento maravilloso, mis compañeros de tienda me gastaron alguna que otra broma, pero los días de playa y de juegos en los pinares y en las dunas, lo hacían olvidar todo.