martes, 11 de octubre de 2022

ARTES DECORATIVAS DE LA CATEDRAL : ORFEBRERIA BARROCA

Fachada catedral

Urna de San Fernando 

Frontal de altar (perteneció al Altar de Octavas)

Urna de san Fernando

Altar 

Altar

Altar de Octavas

Atril 

Ciriales singulares

altar

Retablo de la Capilla de la Virgen de la Antigua 

Santa Rosalía 

Ostensorio

Ostensorio

Ostensorio


Martes 11-10-22 NOTAS: (VISITA) ARTES DECORATIVAS EN LA CATEDRAL DE SEVILLA : ORFEBRERIA BARROCA / ATRIUM / Guía Emilio  / orfebrería barroca,  la Catedral tiene 50 trabajadores,  en la época de la pandemia,  los cocheros querían que se abriera la Catedral,  estuvieron temiendo perder el trabajo;  entramos desde el Patio de los Naranjos, nos dan un tratamiento VIP, suena el órgano y canta un coro,  es de la Guardia Civil;  nos dirigimos a la Capilla Real,  en la cuarta sesión de orfebrería , la orfebrería barroca del siglo XVII y XVIII y los últimos testimonios de este arte;  el orfebre Laureano de Espina , platero mayor de la Catedral,  sus empresas artísticas fueron la Urna de San Fernando (1671)  que empezó su proceso de canonización en 1650 y el Altar de octavas, altar de plata, “trono de plata” ,  difícil de estudiar por estar hoy repartido,  es imprescindible para entender la platería y la liturgia,  las ceremonias se querían aplicar las conclusiones del Concilio de Trento,  por oposición de lo negado por los protestantes,  la figura de Jesús Sacramentado;  el Capellán Real de esta parte del edificio de titularidad compartida tenía muchos fondos;  el Panteón Real fue el primero,  después la Catedral de Granada y finalmente El Escorial,  aquí se empezó a construir la Catedral por los pies,  a la inversa, fue porque  no se ponían de acuerdo del movimiento de los cuerpos de Fernando III y su hijo Alfonso X,  la Urna de San Fernando es una caja de plata que contiene otra caja de plata y cristal, de la de la que parten cuatro cresterías,  hay quien piensa que es un anticipo del modernismo,  también las balaustradas,  la urna fue diseñada para abrirse,  antes los ornamentos estaban vedados (tapados),  la idea del autor es destacar la importancia del contenido,  el frontal de altar de la urna de San Leandro las cartelas con episodios de la vida de San Leandro, son del orfebre Bernardo Simón de Pineda es el que diseña la capilla,  todavía aquí incorporan elementos clásicos , soporte de la urna epitafios en 3 idiomas,  era lo que contenía:  hebreo, árabe y cristiano,  redactado por los intelectuales de esa época,  de las tres culturas y todas las citas eran laudatorias;  el frontal de altar (es parte del altar de octavas)  el altar de San Leandro, figura de los  primeros tiempos del cristianismo,  fue tutor de Hermenegildo,  pero no estaba de acuerdo con la rebelión contra su padre Leovigildo,  Hermenegildo se vendió al enemigo,  su padre se empeñaba en pacificar;  la urna de San Fernando frentes con la vida de San Fernando:  entrega de las llaves por Al Tassar, escudos y elementos heráldicos,  destaca el repujado vegetales Juan Laureano de Espin, antes era menos volumétrico,  pero tiene influencias de plateros de Amberes;  el cuadro con el antiguo altar de octavas pieza más importante del barroco,  ahora sólo está montado un lateral , el conjunto ha sido desmontado , antes dos imágenes de busto de San Pío y San Laureano , además había otro busto de Santa Rosalía , los frontales están repartidos en el retablo mayor,  se conserva el manifestador sacramental; Lutero niega la transubstanciación y la trascendencia de las reliquias,  con el Concilio de Trento se vuelve a los conservadores radicales,  este ejemplo maravilloso de oposición al protestantismo,  este altar se montaba  en el presbiterio para la octava del Corpus y la octava de la Inmaculada y el triduo de Carnaval ; el servicio de atención a estos ornamentos era de 24 personas,  sobre todo blanqueadores (limpiadores de la plata);  foto del altar de octavas figura de San Leandro, el  obispo Palafox impuso el busto de Santa Rosalía, fue  obispo de 1685 a 1701 , para el trabajo contrata a Laureano de Espina lo concluye,  el obispo Luis Salcedo en  1724,  con el trabajo de Pedro Duque Cornejo , a partir de 1741 lo hace Cayetano de Acosta,  la iglesia todavía tenía mucho poder económico,  los artistas que colaboraron con Palafox (Laureano de Espina) o con él obispo Luis Salcedo (Alcántara) y concluyeron en época de este obispo (con el artista Cayetano de Acosta);  el altar es víctima de la política errática de la monarquía,  en alianzas con Francia e Inglaterra,  para pagar ejércitos y se amoneda,  se monetariza parte del altar; los obispos los ponía el rey por eso estaban a su servicio y eso después permitía amonedar,  las obras de la Iglesia, por  instrucciones de la corona se envía a amonedar parte del altar que está escondido en Cádiz,  solo se hizo en la amonedamiento de una parte,  o sea, se amoneda la custodia de oro y el resto se quedó en Cádiz y se escondió;  aquí solo se ve el quinto del total;  importancia de San Isidoro y San Leandro (Cea Bermúdez defendía que había que retirar de la historia el arte barroco)  se fundieron muchas piezas y se fundió parte de este altar,  no toda la plata era de fundición;  los santos San Isidoro y San Leandro no era una plata mínima, fueron retocados Cayetano de Acosta y el orfebre Manuel Guerrero de Alcántara reconstruyen los ropajes de San Isidoro y San Leandro, procesionan en el Corpus,  tiene más tirón la víspera:  altares en los comercios y la preparativos de la Catedral,  en la parte superior del altar de octavas estaba el manifestador ecoturístico;  los Bizarrones son unos candelabros donación del arzobispo Bizarro de México que estuvo de canónigo en esta catedral,  aquí las canonjías eran muy importantes por los recursos que manejaban,  eran herencias cómo Bizarrón,  obispo de México,  donó esos blandones,  son piezas de arquitectura retardataria, influencia de Ballesteros el mozo no es plata refundida,  sino plata nueva de la mina de Zacatecas,  que funcionaba a partir del procedimiento de azogue,  el beneficio de patio,  inventado por un sevillano,  se usaba azogue (mercurio),  tenía su propia flota de transporte de azogue (mercurio);  estas piezas no vinieron solas sino con otros elementos de liturgia, según un  testamento de 1741, llegaron 20 años más tarde,  los albaceas no querían cederlas;  el atril puede que fuera hecho por el hijo de Cayetano de Acosta , Francisco de Acosta , el atril con un ángel es de 1791,  en los inventarios de la Catedral son primero la platería,  empezaba con el trono de octavas,  después se inventariaban los tejidos,  después los retablos,  los cuadros y las cosas de madera, márfíl y otras tallas de materiales nobles;  los ciriales singulares;  Capilla de la Virgen de la Antigua del obispo Luis Salcedo y al autor Manuel Guerrero de Alcántara también fue colaborar Pedro Duque Cornejo , la imagen está aquí desde el año de la conquista,  cuando todavía era mezquita;  la lámpara de 1692 procede de México,  con plata de la mina de Zacatecas,  sigue siendo la primera mina de plata del mundo, produce 1.700 TM de plata al año;  estas lámparas estaban cargadas de aceite otras lámparas fueron cedidas;  Virgen de la Antigua pintura sobre muro,  es medieval; Capilla de San Andrés otros bizarrones (candelabros) cedidos por el obispo Bizarro;  la Santa Rosalía este Antonio Lorenzo Castelli , tuvo influencia de Bernini es un busto encargado por el obispo Palafox,  cuando era obispo de Palermo,  imagen importante por adelantarse a la gestación de la imaginería castellana de Gregorio Fernández,  sin embargo en Sevilla,  eran más contenidos,  más apolíneos,  ejemplo de el San Leandro ; Santa Rosalía con relicario pero se ha investigado que son restos de una cabra Palafox se trajo los restos de Palermo,  llegó a formar un convento en Sevilla,  el obispo Palafox impone los cultos de Santa Rosalía en la Catedral,  el obispo la patrocina; Santa Rosalía estaba en el altar de octavas y hay que diferenciar entre platero y joyero; la vida de  Santa Rosalía permaneció en una cueva desde los 10 años,  vivió 25 años,  la comprometieron a los 10,  pero se negó a casarse,  los obispos el día de su designación , arrojan monedas desde el balcón del Colegio de San Miguel,  repartían y tiraban monedas para indicar que su designación era sin tener en cuenta los bienes y riquezas de la Iglesia;  relicarios de San Pío y San Laureano , bustos de Manuel Rodríguez de Alcántara reafirmándose en los cánones tradicionales,  relicario que nunca tuvo el cráneo de San Laureano,  había un encargado de conservar las reliquias y con Trento estas responsabilidades eran mucho más importantes y se negó a entregar el cráneo del santo ; san Pío otro busto junto a San Laureano que estaban en el altar de octavas,  Tesoro de la Catedral plata barroca de importación,  platos y vasos de oro que la regala a la Catedral en otra donación testamentaria con la condición de no fundirse;  un incensario de orfebrería;  el ostensorio (El rico o el Grande)  del cardenal Francisco de Solís para el altar de la octava,  es copia exacta de una obra de Borromini;  Trento tiene algunos conceptos progresistas como los planos de iglesia pensando en la integración,  vinculada con el tema de los jesuitas,  incluye la figura de San Juan Nepomuceno (impulsor de la confesión) negado por los protestantes, también introduce la Virgen del Loreto,  jesuita eran la brújula moral tuvieron mucha influencia en la iglesia;  ostensorio de Pérez Caro, autor Ignacio Thamaral, donación privada:  cabeza de porcelana y pelo de oro

FICHA TECNICA DE ATRIUM

Altar de plata o Trono de Octavas. Cronología: 1688-1695. Autores: Juan Laureano de Pina.

El deslumbrante altar de plata que, hasta la Invasión Francesa, se colocaba delante del retablo mayor para manifestar al Santísimo en las Octavas del Corpus y de la Concepción, y en el Triduo de Carnestolendas, era una exaltada máquina barroca, que mereció una caterva de epítetos denigratorios por parte de los académicos neoclásicos. La más suave de estas críticas se debe a Ceán Bermúdez que, en la Descripción Artística de la Catedral, se niega a incluir el Trono “entre las preciosidades de esta iglesia, por no ser conforme a las reglas del arte ni el buen gusto, aunque le aprecien los que sólo buscan el valor de la materia”. Por desgracia, la reivindicación que ha experimentado el arte barroco en general no le ha cogido de pleno a este brillante retablo argénteo. Entre las causas que han impedido su total reconocimiento cabe citar la parcial destrucción de los cuerpos inferiores durante su estancia en Cádiz (1810-1813) para subvenir con su amonedamiento los gastos derivados de la guerra de la Independencia, así como la dificultad que entraña montar las piezas restantes formando una estructura orgánica. Hasta hace poco se montaba en el trascoro durante la Semana Santa para servir de Monumento el Jueves Santo. La idea germinal de tan colosal pieza se debe al arcediano don Mateo Vázquez de Leca, apóstol de las devociones al Sacramento de la Eucaristía y a la Concepción Inmaculada de María, que en 1647 encargaba al platero Mateo Gutiérrez la construcción de “una urna con dos ángeles de plata” para poner el Santísimo durante la Octava del Corpus. La siguiente mención corresponde a 1672, cuando el canónigo don Francisco de la Puente Verástegui solicita al platero Luis de Acosta la hechura de “un throno en que, sobrepuesto el solio de ángeles, sirviese para colocar en él al Santísimo en las Octavas solemnes”. Nueve años después, el Cabildo encomendaba a su platero Diego de Gámez un frontal de plata, que sirviese de peana al trono. Sin embargo, su estructura definitiva, en forma de suntuoso retablo de tres calles, aureoleado por un sol y timbrado por una corona monumental, estaba aún por llegar. Fue obra de dos mecenas: los arzobispos don Jaime de Palafox (1685-1701) y don Luis de Salcedo (1724-1741); y de dos orfebres excepcionales: Juan Laureano de Pina y Manuel Guerrero de Alcántara. De la satisfacción que sentían los canónigos hacia esta obra, en la que figuraban las estatuas y bustos de plata de los arzobispos sevillanos Pío, Laureano, Isidoro y Leandro, da buena cuenta el encabezamiento de Magnífico Trono de Octavas, con que abrían el inventario de sus piezas. La última reforma a que fue sometido, antes de su mutilación, se llevó a cabo entre el 1 de julio de 1770 y el 30 de junio de 1772, por orden del canónigo don Pedro José del Campo. Se construyó una urna nueva, se rehicieron varias tarimillas, se labraron nuevos atributos a los arzobispos visigodos Isidoro y Leandro, se engastaron con piedras sus mitras y se restauró todo el conjunto. El equipo encargado de estas composiciones estuvo integrado por los plateros José Aleixandre y Juan Bautista Zuloaga, el entallador José de Rivera, el escultor Cayetano de Acosta, el carpintero Gregorio de Oviedo, el pintor Fernando de Cáceres, el hojalatero Francisco Gutiérrez y los herreros Dionisio Rodríguez y Juan Márquez. En 1814, las piezas que regresaron de Cádiz fueron nuevamente reparadas por Juan Ruiz. Actualmente está instalado de forma permanente en el brazo norte del crucero

 

Busto relicario de Santa Rosalía. Cronología: 1681. Autores: Antonino Lorenzo Castelli.

Pieza de gran interés por permitirnos conocer la enorme influencia que ejerció Bernini sobre los artistas italianos de su tiempo, a la vez que califica a su autor como a un excelente “escultor de plata”, según gustaba definirse un siglo antes Juan de Arfe, frente al título genérico de “platero” que englobaba a todos los artífices gremiales que trabajaban con este material. Su tamaño es algo mayor que el natural y representa a Santa Rosalía, patrona de Palermo, en el momento de producirse su tránsito al cielo tocada, como único atributo iconográfico, con la corona de rosas que le impusieron los ángeles. Tanto el culto a esta santa como el propio relicario están estrechamente vinculados a la figura del arzobispo don Jaime de Palafox y Cardona, quien desde 1677 y hasta 1685 en que se traslada a Sevilla para ocupar la sede hispalense había sido el prelado de Palermo. Una vez en Sevilla introdujo y fomentó la devoción a esta santa en la diócesis andaluza según lo acredita la institución de su festividad con rito doble, aparato de primera clase y sermón, así como la fundación del convento de Santa Rosalía, del que su primera abadesa será la hermana del arzobispo, Sor Josefa Manuela de Palafox, y la recomendación al Maestro Fray Juan de San Bernardo de que escribiese la biografía de esta virgen, que se imprimió en Sevilla el año 1689. Las primeras ediciones de esta Vida de la Santa llevan también el sermón que predicó su autor el 7 de septiembre de 1689 en la Catedral. El relicario de oro que llevaba la santa en el pecho se conserva en distinto lugar, por razones de seguridad. Las sugerentes calidades táctiles del rostro y de las manos, que parecen exudar, y el movimiento dinámico de la imagen proclaman el conocimiento que Castelli tuvo de Bernini, cuya relación se acentúa todavía más al disimular el corte tajante del torso de la santa con el arrebujamiento del manto, copiando la solución dada por el gran maestro italiano del barroco en su “periodo medio” al viejo problema del pecho cortado de los bustos. Todo ello hizo que antes de concluir el siglo XVII ocupase el primer cuerpo del gran altar provisional de plata que centraba la Capilla Mayor de la Catedral durante las grandes solemnidades, según se ve en el lienzo anónimo del siglo XVIII que reproduce este monumento efímero y que se conserva en la capilla de las Doncellas de la Catedral sevillana.

 

Ostensorio de doña Isabel Pérez Caro. Cronología: 1729. Autores: Ignacio Thamaral.

Es una de las piezas más ricas del tesoro catedralicio y una de las obras mejor labradas de toda la orfebrería sevillana. Fue donado a la iglesia por los albaceas de doña Isabel Pérez Caro, estrenándose en la festividad del Corpus Christi de 1729. Su coste ascendió a 7.640 pesos, corriendo con su hechura don Ignacio Thamaral, que acusa en la perfección del montaje y en el sistema de enriquecimiento utilizado las claras diferencias existentes entre la técnica del platero de oro o joyero, a cuyo sector pertenecía, y el de plata o mazonería. Adopta el tradicional tipo de custodia de sol y el hecho de ofrecer la peana un diámetro mayor que el viril evita la sensación de inestabilidad que producen los demás ostensorios rococós realizados en Sevilla. Está ejecutada fundamentalmente en oro, guarnecido con más de mil diamantes. La peana está decorada con ángeles de cabeza de porcelana y cabellera de metal dorado, además de una serie de animales simbólicos de Cristo: águila, cordero, león y pelícano. El ástil es abalaustrado y está formado por tres nudos superpuestos, siendo el central de menor grosor, solución muy original entre la platería sevillana. Esta zona aparece decorada con diamantes, esmeraldas y rubíes, y se une al viril a través de una gran perla.

 

Busto relicario de San Laureano. Cronología: 1731. Autores: Atribuido a Manuel Guerrero de Alcántara.

Es una pieza de valor excepcional, dada la escasez de este tipo de obras que han llegado hasta nosotros. Por si fuera poco, supone un convicto gesto de autoafirmación de la platería sevillana frente al barroco foráneo. No en vano, el severo plegado de los ropajes, la abrupta silueta del pecho truncado y la mirada frontal del santo contrasta con el berninesco busto relicario de Santa Rosalía, con quien comparte protagonismo en el altar de plata de la Catedral. Su construcción se debe a la munificencia del canónigo don Pablo Lampérez, que dejó dispuesto en su testamento se ejecutase para colocar en su interior la calavera que se tiene por reliquia del obispo sevillano San Laureano. El 28 de febrero de 1730 el Cabildo apremiaba al Arcediano de Sevilla, don Gabriel de Torres y Navarra, para que se “concluia cuanto antes la cabeza de plata” y, un año después, el 8 de febrero de 1831, volvía a conminarle a fin de que “prosiga en la solicitud de la cabeza de plata”, que, en los meses siguientes, debió de ingresar en el Tesoro. Sin embargo, nunca ha sido utilizada para el fin que previno su donante, lo que explícitamente reconocían y lamentaban los capitulares el 24 de mayo de 1748. Ante esta contrariedad, el Cabildo apoderaba a la Diputación de Ceremonias, porque “aviéndose muchos años hecho la estatua de plata de San Laureano, con ánimo de colocar en ella reliquia del santo, para lo que se avía dexado hueco en la estatua, no se avía colocado jamás dicha reliquia, la que, aviendo entre las del relicario, se podía partir y extraer alguna porción”. La sugerencia no es viable y, el 10 de enero de 1749, la Diputación respondía negativamente. Antes y después de evacuarse esta consulta, el busto de San Laureano, juntamente con el de San Pío, con quien forma pareja, han servido para rematar los altares laterales del Trono de plata de las Octavas.

 

Ostensorio del Cardenal Solís. Cronología: 1775. Autores: Anónimo italiano.

Es conocido popularmente en Sevilla como “el Grande”, debido a sus proporciones y suntuosidad, o como “el ostensorio del Cardenal Solís” en honor a su donante, aunque su verdadera advocación es la de San Juan Nepomuceno, cuya imagen figura en el ástil, así como los dos episodios más representativos de su vida, que han sido iconografiados en el pie. Según la inscripción que aparece grabada en la base fue adquirido en Roma el año 1775 por el Cardenal don Francisco de Solís Folch de Cardona poco antes de morir, el 22 de marzo de ese mismo año, en la Ciudad Eterna. Sin embargo, dadas las grandes deudas que tenía contraídas y que dejó pendientes, no pudo ingresar en el Tesoro de la Catedral hasta el 18 de abril de 1780. Desde entonces ha servido en las festividades de la Ascensión y del Espíritu Santo, y constituye una apoteosis jesuita de la Confesión y de la Comunión, representándose ambos sacramentos por las imágenes de San Juan Nepomuceno y la Virgen de Loreto. San Juan Nepomuceno es el patrón de la buena fama, del honor de las personas y de los confesores, ya que fue martirizado por no haber querido revelar el secreto de la confesión y fallece guardando el sigilo sacramental. Su devoción fue popularizada por la Compañía de Jesús en el siglo XVIII y respondió a la necesidad que tuvieron los jesuitas de encontrar un santo tutelar especial que les diera apoyo y confianza para afrontar la maledicencia y las críticas despertadas por sus actividades liberales. La vinculación que el Cardenal Solís mantuvo durante toda su vida con los jesuitas sevillanos, cuya casa de ejercicios frecuentaba, justifica la presencia de este santo en el ostensorio y también la de Nuestra Señora de Loreto, a quien contempla el sacerdote, y que simboliza para la Compañía el sacramento de la Eucaristía, a cuya advocación consagraba una capilla en las casas que fundaba. La explicación se encuentra en que la casa de Nazaret había sido trasladada por los ángeles al santuario italiano de Loreto, donde la Virgen recibía a diario la comunión de manos de la jerarquía celeste, que asimismo ha sido incluida en el ostensorio. El viril es amplio y su borde complicado, recordando las alabeadas y sinuosas plantas trazadas por Borromini en la arquitectura religiosa de la Roma papal, cuyo movimiento barroco ha sido transmitido a toda la pieza.