martes, 19 de diciembre de 2023

PINTURA CATEDRAL BARROCO SEVILLANO II

San Leandro (1655) Murillo 

San Leandro (1655) Murillo  [Sala Capitular] 

San Isidoro  (1655) Murillo  [Sala Capitular] 


El bautismo de Cristo (1668) Murillo 


El bautismo de Cristo (1668) Murillo [Capilla de San Antonio]  

Santa Justa y Rufina (1668) Murillo

Tondo de Santa Justa  (1668) Murillo [Sala Capitular] 


Tondo de Santa Rufina  (1668) Murillo [Sala Capitula



San Fernando (1671) Murillo 

Apoteosis de San Francisco (1656) Herrera el Mozo 

Apoteosis de San Francisco (1656) Herrera el Mozo 

Triunfo del Sacramento : exaltación de la Eucaristía (1656) Herrera el Mozo 

San Lázaro, Santa Marta y Santa María Magdalena (1657) Valdés Leal  

Liberación de San Pedro (1657) Valdés Leal 
Liberación de San Pedro (1657) Valdés Leal 

Imposición de la casulla de San Ildefonso (1661) Valdés Leal 

Imposición de la casulla de San Ildefonso (1661) Valdés Leal [Capilla de san Francisco] 


San Lorenzo (1663) Valdés Leal 


San Lorenzo (1663) Valdés Leal 

San Antonio (1656) Murillo 


La Virgen y san José (1657) Valdés Leal 





Martes 19-12-23 (VISITA) PINTURA EN LA CATEDRAL BARROCO SEVILLANO II / ATRIUM / Guía Emilio Rubio/ periodo con pintura estrella de la Catedral, periodo de 15 años,  refulge la escuela sevillana, los artistas se quedan a trabajar,  porque la ciudad de Sevilla tenía un gran mecenazgo;  Velázquez y Herrera el viejo , fueron alumnos de Pietro Cortona y Bernini,  fueron maestros de estos dos pintores españoles,  Roelas y Herrera el Mozo, son representantes del primer naturalismo,  el segundo naturalismo es más teatral,  con Velázquez y Herrera El Mozo , Herrera el viejo muy envidiado por dinero y complejidad de los encargos,  Velázquez comisionado por Felipe IV para que compre obras en Italia;  Velázquez es amenazado por el rey para que vuelva a España,  Velázquez en Italia coincide con Herrera El Mozo , se había ido de casa de su padre,  Herrera El Viejo,  Velázquez no cuaja con Herrera El Viejo,  Herrera el Mozo se va de casa de su padre, le  roba dinero a su padre,  se va con su hermana,  se va a Roma,.  Herrera el Mozo transforma la pintura de los artistas de Sevilla vuelve a Sevilla por la muerte de su padre,  el padre quiso desheredarlo,  se separó de su mujer a los dos meses de casarse por homosexual,  SAN LEANDRO  1655 (Murillo) encargo de un particular,  del florentino Federini , encarga a Murillo para que el Cabildo los afectará o no,  la Sacristía es ciertamente moderna, es un ámbito especial,  los personajes de SAN LEANDRO y SAN ISIDORO eran unos canónigos (San Leandro es Alonso Herrera, apuntador de coro),  los canónigos aceptan estos dos cuadros,  le encargan la decoración de la Sala Capitular , SAN ISIDORO otra obra también de Murillo ; Murillo sabe que la pared blanca, el fondo de la pared es blanco,  juega con sombras de la ropa y del fondo del cuadro,  el báculo que coge lo hace con convicción,  el papel indica que el padre y el hijo son consustanciales, es una reafirmación ante el arrianismo  que negaba este hecho, a Murillo lo confirman para seguir realizando pintura para la catedral,  en la década de los 60 Murillo emprende conjuntos más relevantes,  Murillo pasa el bache importante de la muerte de su mujer,  Murillo no era muy bien mirado por sus colegas,  no llegó a casarse de nuevo, Murillo iba a su aire,  no hace dorado,  ni otro tipo de trabajos,  se hace con una clientela extranjera (flamencos e italianos),  en 1664 es ya viudo hasta 1684,    se va con los capuchinos y no a Madrid, donde lo convoca Velázquez,  sin embargo a Velázquez lo sustituye Herrera el Mozo,  como pintor de la corte (no pintor de Cámara); su biografía:   Murillo se queda huérfano con 9 años, se va con su hermana, el marido era Juan Agustín de Lagares en esa época Murillo se dedica a la gestión de inmuebles,  vivió en 10 domicilios,  se metió en negocios de exportación e importación de mercancías,  Murillo hace los proyectos de los Capuchinos, La Caridad, Santa María la Blanca;  la Sala Capitular que era lo más importante de Sevilla a nivel artístico, le encargan los tondos y empieza las Inmaculadas (de forma tardía),  la Catedral tenía muchos intereses y el programa iconográfico lo marcó Pacheco;  Murillo pinta los santos sevillanos:  SANTA JUSTA y SANTA RUFINA  1668 (Murillo) ( las han dejado en un sitio original,  los canónigos querían que fueran ejemplo de dignidad espiritual, energía moral, sabiduría y sacrificio); las piezas cerámicas de los cuadros de las santas, a los lados distintos, son piezas importantes ( se hicieron en las tiradas de la escuela de La Robbia);   las pinturas de Murillo son encargos de particulares,  la relación de los tondos es : Santa Justa entrando a la izquierda,  San Pío,  San Isidoro,  San Hermenegildo,  la Inmaculada,  San Fernando,  San Leandro,  San Laureano y Santa Rufina;  La INMACULADA 1668 (Murillo) está es un foco de luz por detrás de la figura,  ángeles tienen transparencia, Murillo dejó un catálogo razonado de 403 obras,  había 20 que eran profanas,  Murillo había perdido 3 hijos por la peste,  los recogió en Santa María la Blanca,  el proyecto de Justino Neves y el marqués de Altamira,  Sevilla se recupera en 1671 con la bula papal,  la celebración de la Inmaculada  con la propuesta de Santa María la Blanca,  hizo otra Inmaculada 1665,  la Sala Capitular es muy importante como obra arquitectónica,  es de los más importante del Renacimiento español;  SAN FERNANDO  1671 (Murillo)  es un encargo a Murillo para que haga la vera effigie en 1672 sirvió para su canonización,  está nimbado con aura, pero muy sutil,  aparece como militar y rey, con espada como realeza y la orbe (mundo) por su labor de evangelización,  el Cabildo deja la urna abierta para que Murillo se inspire, pero finalmente se recurrió a un modelo joven,  muy interesante el culto a San Fernando en la Capilla de la Virgen de los Reyes, vemos la escultura de SAN FERNANDO por Pedro Roldán se observa la deuda con Murillo,  el pintor hace una crónica de fotoperiodismo, hace un género nuevo,  lo demanda la clientela extranjera,  capítulo muy brillante las obras para los capuchinos,  las órdenes religiosas tenían dinero, ponían dinero para los ejércitos que combatían a los franceses (que querían echarlos de España),  para guardar su patrimonio enrollaban sus cuadros y se envían a la Antigua Aduana de Cádiz, los capuchinos le regalan a la Catedral el cuadro de un ÁNGEL DE LA GUARDA Y EL NIÑO 1665 (Murillo), la historia de esos cuadros es muy interesante,  los quitan y ponen hasta 1835, con la desamortización, se los quitan definitivamente;  el cuadro de San Francisco fue cortado, robado y devuelto;  BAUTISMO DE CRISTO  1668 (Murillo) encargado por el Cabildo,  ejemplo de humanidad de Cristo,  arrodillado y casi besa el pie del Juan Bautista,  Jesús se bautiza para unirse al grupo de San Juan, complejidad teológica, (se inspiró en Van Dyck y Rubens),  Inquisición quería impedir que San Juan tuviera protagonismo,  hubo mucho movimiento en Sevilla,  los monjes tenían acceso a la información y documentación,  Cristo mete el pie en el agua,  en el cuadro de Murillo San Juan transmite que es el momento más importante de su vida,  mezcla la luz divina (bermellón naranja), con la luz humana,  Murillo aquí se inventa la escena, no sigue con las estampas,  incluso para un encargo de la Catedral,  él se atreve a modificar,  es capaz,  la temática,  el ritmo del color,  la mancha roja,  la mancha naranja,  la mancha blanca y la mancha amarilla, es el mejor Murillo de la Catedral;  la BEATA DOROTEA 1674 (Murillo) (Monty Burns, dice rápido Luis Reina , el señor Burns de los Simpsons,  el director de la central nuclear);  la Beata Dorotea hecha por Murillo,  hace la vera effigie; APOTEOSIS DE SAN FRANCISCO 1656 (Herrera el Mozo) una de las dos pinturas que dispone la Catedral, la otra es LA EXALTACIÓN EUCARÍSTICA  que revolucionan la pintura sevillana, Herrera el Mozo es alumno de Pietro Cortona , aprende a pintar al fresco,  es importante por el dinamismo, el movimiento,  la teatralidad de Bernini, toda la obra de Murillo es deudora de este pintor , las pinturas anteriores de Murillo no son tan dinámicas,  no tienen esta fuerza, el monje tendido está deslumbrado,  atributos del Santo: el libro, la calavera, la Cruz,  hay una superposición de planos,  más trascendente para la iglesia sevillana y su iconografía contraste entre padre e hijo,  introducen el barroco , el hijo muy diferente presencia eterna de personajes,  San Francisco recibe las 5 heridas de Cristo,  una de ellas la lanzada en el costado,  la forma de exponer el horizonte es como una onda expansiva, Herrera el Mozo  fue arquitecto, grabador, dorador y escenógrafo de los Austrias,  responsable de la música y de los escenarios, también de la comida,  se trae el gusto de la aristocracia romana,  diseñó minas, fortificaciones y otros edificios y actuaciones en América;  Herrera El Mozo crea la Academia de pintores, a pesar de ser homosexual,  era colérico cuando hablaba,  todo el mundo debía callar, el experimento de la Academia de 1660,  en Sevilla,  no cuajó, por no aceptar la fórmula que los aprendices dejaban de ser esclavos,  antes solo le daban comida y al terminar un traje y en Italia,  ya a finales del siglo XV, existía una Academia con tratamiento muy distinto, donde se le reconocían oficio a los artistas,  también en centro Europa funcionaba esta fórmula; hasta 1732 no se abre la Academia de Madrid,  el experimento de Sevilla se inicia en la Casa de la Contratación,  pintores como Murillo,  Herrera El Mozo,  Valdés Leal y Pedro Roldán,  pagaban el carboncillo, las velas y otro tipo de gastos;  Murillo hace el policromado del retablo central de la iglesia de La Caridad,  Valdés Leal cobró LAS POSTRIMERÍAS,  por palmos, se creía que podía vivir como un noble y ofrece pintar la iglesia de San Clemente, finalmente  lo tiene que acabar su hijo Lucas Valdés; IMPOSICIÓN DE LA CASULLA DE SAN ILDEFONSO  1661 (Valdés Leal) la casulla es el personaje central,  tuvo mucha crítica, sus temáticas de muertos le condicionaron. le llamaban el “pestilente pintor de la muerte”,  por eso LAS POSTRIMERÍAS lo marcaron;  en esta obra “De Soto in situ” ( de abajo a arriba)  por la posición desde donde tiene que verse la composición es compleja,  SAN LORENZO  1663 (Valdés Leal) con una composición muy singular,  parrilla en pendant,  pequeña escena del martirio en miniatura,  dinamismo de Bernini, rostro de San Lorenzo (mitad blanco,  mitad oscuro) teatralidad , Calderón de la Barca amigo de Herrera El Mozo,  es muy artificial,  los museos tratan de imitar y rellenar los entornos originales,  es una moda,  la VIRGEN Y SAN JOSÉ de Valdés Leal composición SAN PEDRO de Valdés Leal  muy en la línea de Caravaggio, se aprecia en el rostro de San Pedro,  representa la fe y se inspira en el que hace Roelas para la iglesia de San Pedro;  SAN LÁZARO, SANTA MARTA,  SANTA MARÍA MAGDALENA  (Valdés Leal) símbolo de la Contrarreforma,  los hermanos discuten,  pero prometen espiritualidad, el tipo de pincelada en el pelo como Van Eyck o Velázquez

 

FICHAS ATRIUM

 

San Leandro. Cronología: 1655. Autores: Murillo. Hace pareja con un lienzo de las mismas proporciones situado en el frente opuesto de la sacristía. Ambos cuadros, situados a notable altura, se contemplan a una distancia considerable. Por eso, aparecen de cuerpo entero, a tamaño algo superior del natural y ocupando la mayor parte del espacio pictórico. Sus amplias vestimentas resaltan el volumen de sus figuras. Todo lo representado se observa di sotto in su, de abajo a arriba. Con ello Murillo adapta sus cuadros al lugar, adecúa sus proporciones al formato del marco arquitectónico en que se integra y pone la deseada nota de color a la piedra blanquecina de este recinto eclesiástico. El maestro opta en esta pintura por mostrar el carácter batallador de san Leandro en su lucha contra el arrianismo. Sedente en un interior, aparece de tres cuartos y revestido de medio pontifical. Luce, pues, alba, estola y capa pluvial. Se toca con mitra a juego, de su pecho pende la cruz pectoral y, con la diestra, empuña sin vacilar el báculo. Con ambas manos muestra un pliego de pergamino con una leyenda latina, que traducida dice así: “Creed, godos, que [el Verbo] es consubstancial al Padre”. El santo clava sus ojos en el espectador mientras enseña el texto admonitorio contra los herejes arrianos. Murillo ha sabido traducir el sentimiento y la pasión de ese gesto, que revela la disposición emprendedora y resolutiva del personaje en su lucha religiosa. Se dice que para su rostro tomó los rasgos del licenciado Alonso de Herrera, entonces apuntador de coro.

Bautismo de Cristo. Cronología: 1668. Autores: Murillo. Presidiendo la capilla de san Antonio encontramos la Visión de San Antonio, obra de Murillo de 1656. Sobre dicha pintura se halla esta espléndida obra del Bautismo de Cristo, encargada por el cabildo a finales de 1667 y finalizada un año después, en 1668. La escena se desarrolla a orillas del Jordán y Murillo representa el momento en que, al ser bautizado Jesús por Juan, se abre el cielo y desciende el Espíritu Santo. El autor consigue expresar esta irrupción del cielo en la tierra, ya que la gloria celestial parece inundar el paisaje de una bella luz dorada, la luz de Dios. El centro del cuadro lo ocupa la figura de Cristo en eje vertical con la paloma del Espíritu Santo. Hay que destacar que logra plasmar las emociones y sentimientos de los dos personajes principales: la humildad del Hijo de Dios y la conciencia de Juan de saber que está ante el que no merece ni desatarle la sandalia. A la izquierda de la composición sobrevuelan dos ángeles que sostienen la túnica de Jesús. Como señala Juan Miguel González estamos ante una obra de excepcional calidad técnica como demuestra la soltura y energía en el uso del pincel, lo que hace que esta versión sea muy superior a la que realizara en 1655 para el convento de san Leandro de Sevilla, hoy en la Gemäldegalerie de Berlín. Diversos estudiosos resaltan la influencia que Murillo toma de Van Dyck para esta pintura, así como de Rubens y de la escuela veneciana, que pudo conocer durante su estancia en la Corte.

Santas Justa y Rufina. Cronología: 1668. Autores: Murillo. En 1667 los canónigos de la catedral de Sevilla encargaron a Murillo la decoración de la sala capitular, lugar de gobierno y de discusión de las gestiones económicas del templo. Los capitulares quisieron que este espacio, dedicado a las deliberaciones materiales, estuviera presidido por la Virgen Inmaculada y por los principales santos de Sevilla –san Pío, san Isidoro, san Leandro, san Fernando y las santas Justa y Rufina–, presentados como ejemplo de dignidad espiritual, energía moral, sabiduría y sacrificio. Entre todos los tondos quizás sea la imagen de Santa Justa (foto inferior) la que muestre unos datos descriptivos más cercanos del aspecto de la mujer sevillana. Este naturalismo también se manifiesta en todas las figuras del conjunto. Con respecto a la Inmaculada que preside la estancia quizás se trate de la mejor versión que sobre este tema realizó el artista sevillano. Pintada sobre tabla, está situada a la altura de los óculos que dan luz a la elíptica sala. El conjunto es el primer encargo que el cabildo le encomienda a Murillo, pues las pinturas antes citadas habían sido realizadas para particulares que las donaron al templo. Era un contrato de gran importancia por la fama de los artistas que con anterioridad habían intervenido en este ámbito.

San Fernando Cronología: h. 1671. Autores: Murillo. En 1678, el racionero Bartolomé Pérez Ortiz, primo hermano de Murillo, indicó en su testamento que esta obra fuera donada a la catedral y colocada en su sacristía mayor. Sin embargo, se colocó en la biblioteca catedralicia, donde permaneció hasta el último cuarto del siglo XX. Murillo realizaría este lienzo a raíz de la canonización de san Fernando, aprobada por Clemente X el 4 de febrero de 1671. Es de imaginar que, como hombre piadoso de su tiempo, el artista debió sentir la alegría común del pueblo sevillano por la ansiada elevación oficial a los altares del monarca que restauró el cristianismo en la ciudad. Las aportaciones de Murillo a la pintura fernandina son decisivas para entender el desarrollo de su iconografía. Ésta es, sin duda, la mejor de todas las conservadas. La imagen de san Fernando emerge de un fondo neutro de tono oscuro. Se representa de algo más de medio cuerpo. Como guerrero, luce indumento militar a la moda de los Austrias del siglo XVII, y como soberano porta encima el manto regio en forma de capa. En la diestra empuña una espada, atributo de realeza y con la izquierda sostiene un orbe, símbolo de poder que alude a su soberanía sobre el mundo. Completan el atuendo un medallón dorado con la Virgen de los Reyes que le cuelga del cuello y la corona que remata su cabeza nimbada. El Rey Santo, en actitud contemplativa, eleva su mirada hacia las alturas, manifestando su semblante una intensa y emotiva expresión. Se dice que el cabildo honró al pintor con el privilegio de pasar una noche entera junto a la urna abierta del monarca, para que así se inspirase, aunque parece que la momia no le insufló ninguna idea, pues se sabe que para realizar la obra se contrató posteriormente un modelo joven y apuesto.

Apoteosis de san Francisco. Cronología: H. 1656. Autores: Herrera el Mozo. Herrera el Mozo fue uno de los grandes talentos del arte barroco en España, dado que ejerció como pintor, arquitecto, grabador y escenógrafo. La Apoteosis de San Francisco es una pintura colosal por su concepción y ejecución, que preside el retablo ejecutado por Bernardo Simón de Pineda para la capilla dedicada a este santo en la catedral. La escena, enmarcada por el dinámico marco, ensalza la personalidad de Francisco de Asís y recuerda directamente la obra Triunfo de San Hermenegildo, también de Herrera y conservada en el museo del Prado. El santo extasiado y arrodillado en un trono de nubes, sostenido por ángeles que portan en su homenaje los símbolos de su estigmatización, abre sus brazos para ingresar en la gloria celestial y su emocionado rostro refleja la trascendencia espiritual del momento. El lienzo muestra la evolución figurativa del autor y su conocimiento de la pintura barroca italiana y de la energía plástica de Rubens, que plasmó teatralmente en el apoteósico triunfo del santo y en la perplejidad del lego franciscano, deslumbrado y tendido en la parte baja ante el efecto de ascenso vertiginoso del poverello, impulsado por los ángeles. También destaca la luz y el brillante del colorido del plano celestial.

Triunfo de la eucaristía. Cronología: 1656. Autores: Herrera el Mozo. Fue Herrera sin duda el artista que más impulsó el proceso pictórico hispano hacia la plasmación de formas plenamente barrocas, aparatosas y dinámicas. En Italia se dedicó a perfeccionar sus conocimientos artísticos estudiando a los maestros del pasado y también a los grandes pintores del momento que destacaban en el barroco romano. A su regreso de Italia trabajó en Sevilla, pudiendo llegar a fundar en 1660 junto con Murillo una academia de pintura, de la cual fue primer presidente. Sin embargo, decidió instalarse en la corte madrileña, donde sin duda alguna tuvo la pretensión de ser nombrado pintor del rey, cargo que terminó obteniendo y que compaginó con el de maestro de las obras reales. Su personalidad humana, según lo retrata Palomino, que lo conoció, era singular: vanidoso y altivo, y de vivaz y mordaz ingenio, «satírico y diabólico». Su influencia fue decisiva en el desarrollo de la pintura sevillana, sobre todo en el propio Murillo. Esta pintura regresó a Sevilla en el año 2015 tras su restauración en el Museo del Prado. Se trata de una de las obras capitales en la producción de este artista. La pintura fue un encargo que la hermandad sacramental de la parroquia del Sagrario de la catedral hizo al artista en 1656 para presidir la sacristía de dicha iglesia. El vibrante tratamiento de la luz, con las figuras de los padres y doctores de la Iglesia situadas en el primer término y de espaldas, recortadas a contraluz frente al ostensorio, y el dinamismo compositivo, así como las figuras casi transparentes de los ángeles, tuvieron inmediata repercusión en la escuela sevillana.

San Lázaro, santa Marta y santa María Magdalena. Cronología: 1657-1658. Autores: Valdés Leal. Autor contemporáneo de Murillo y con frecuencia comparado con él, aunque mantengan un lenguaje técnico distinto. Junto a otros, fundó la Academia de Pintura en 1660, que dirigió tras Murillo. Ingresó en la hermandad de la Santa Caridad, donde pintó las célebres Postrimerías y La Exaltación de la Cruz, lienzos donde la oratoria barroca queda al servicio de la fe. Artista versátil en la aplicación del color, sus dotes como dibujante, escenógrafo y grabador dejaron profunda huella en las fiestas realizadas en la catedral de Sevilla con motivo de la canonización de san Fernando en 1671. Hijo de Fernando de Nisa, natural de Portugal, cuyo oficio se desconoce, y de Antonia Valdés, sevillana, fue bautizado el 4 de mayo de 1622 en la parroquia de san Esteban de Sevilla. Se ignoran las circunstancias de su formación y el momento en que se trasladó con su familia a Córdoba, pero es posible que lo hiciese tras completar el aprendizaje del oficio, lo que en opinión de Alfonso Pérez Sánchez podría haber tenido lugar en el taller de Francisco de Herrera el Viejo y completarse ya en Córdoba en el de Antonio del Castillo, cuya influencia se advierte en sus obras tempranas. En 1649, año de la peste, abandonó Córdoba y no reaparecerá documentalmente hasta un año después, cuando en diciembre de 1650 arriende unas casas en la parroquia de Ómnium Sanctorum de Sevilla. La obra que comentamos es de notoria calidad y empeño, ejecutada con vibrante pincelada, espléndido colorido y un marcado ímpetu barroco que muestra intensos y arrebatados sentimientos espirituales en la expresión de los personajes, posiblemente retratos tomados del natural. De este mismo año es el lienzo Los desposorios de la Virgen con San José, también conservado en la catedral, donde se acusa la influencia de Herrera el Mozo.

Liberación de san Pedro. Cronología: H. 1657-1659. Autores: Valdés Leal. San Pedro liberado por el Ángel es obra de excepcional calidad donde el color y la pincelada canalizan el acertado contraste lumínico de la estancia, potencian la expresividad narrativa y la emotividad de los personajes. La oscura mazmorra se llena de luz por la entrada del Ángel, cuyo ímpetu y presencia infunde vitalidad al apóstol, que contrasta con la actitud de los guardianes dormidos en la penumbra de la prisión. La monumentalidad de la figura del Ángel con sus alas desplegadas y sus finas ropas revoloteando transmite la fuerza necesaria a san Pedro, cuyo rostro refleja con claridad, entre gestos de duda y asombro, la emoción de un anciano cuando recibe el ánimo, la energía y el apoyo para continuar, para encontrar la luz y superar la desesperanza. La obra llegó a la catedral a comienzos del siglo XX en un precario estado de conservación por lo que ha tenido que ser restaurada en varias ocasiones en los últimos cien años

Imposición de la casulla a san Ildefonso. Cronología: 1661. Autores: Valdés Leal. La composición de esta pintura muestra el característico sentido de movimiento y aparato propio de Valdés y en ella se advierte que el rostro del santo pudiera ser un retrato, casi con toda seguridad de un canónigo de la catedral. Se ubica en la capilla de san Francisco, sobre el gran lienzo realizado algunos años antes por Herrera el Mozo con el tema de la apoteosis del santo de Asís. A partir de 1680, la salud de Valdés Leal se debilitó notablemente pero, pese a ello, como quiera que su situación económica nunca había sido boyante, hubo de ocuparse de trabajos que suponían grandes esfuerzos físicos, como la realización de las decoraciones murales de las iglesias del hospital de Venerables y el convento de san Clemente, siempre subido a altos andamios (recuérdese que Murillo murió precisamente por caerse de una de estas estructuras, noticia que debió afectar el ánimo de otros artistas, entre ellos el del propio Valdés Leal). A partir de 1689, su hijo Lucas fue sustituyéndole paulatinamente en este tipo de trabajos, y finalmente, después de un ataque de apoplejía, en octubre de 1690, tuvo lugar su fallecimiento

Martirio de san Lorenzo. Cronología: 1663. Autores: Valdés Leal. Una interesante representación pictórica de san Lorenzo la encontramos en el ático del retablo de la capilla de Santiago, dónde se exhibe el lienzo El martirio de san Lorenzo. En primer término aparece el santo revestido de las ropas propias de su condición de diácono, elevando su mirada al cielo en actitud expectante. Junto a él, la parrilla, símbolo de su martirio, y dos figuras de pequeños ángeles que sostienen una palma, representación de su condición de mártir, mientras un tercero lo corona de laurel, símbolo de su victoria gloriosa sobre la muerte. En un plano posterior y a menor escala se plasma su martirio. Este lienzo se sitúa sobre el gran cuadro de Santiago matamoros realizado en 1609 por Juan de Roelas para la capilla del mismo nombre. La obra de Valdés puede fecharse en torno a 1663, teniendo en cuenta que en este año se hicieron las molduras que enmarcan el lienzo principal del retablo.