FICHA TECNICA DE
ATRIUM
Planeta y faldón de dalmática de terno de difuntos. Cronología: segunda mitad del siglo
XVIII. Autores: Anónimo sevillano. Diseño atribuido a Cayetano de Acosta.
Existen en la colección catedralicia tres ternos de difuntos realizados en el
siglo XVIII. El más interesante es éste que reproducimos, del que se conservan
la casulla, dos dalmáticas, cuatro planetas, seis capillos (de otras tantas
capas, desaparecidas), estolón, parches y puñetas de albas. La casulla lleva
forma de guitarra, ha sido restaurada pasándose toda la decoración bordada a un
raso negro cuando en origen fue de terciopelo. La ornamentación de las piezas
es enteramente barroca, grandes rocallas ascienden entrelazadas mezclándose con
flores menudas en fuerte contraste. La composición, llena de movimiento, no ha
podido sustraerse al esquema simétrico marcado por el eje vertical. Al borde
corre sencilla lacería de estilo gótico-mudéjar. La dalmática tiene también
rocallas siguiendo las líneas de los jabastros y de los faldones. La planeta,
cuya hoja dorsal se prolonga bastante, lleva siete hileras de motivos enlazados
que ascienden desde la punta; unas se perfilan con rocallas y otras con
caprichosas formas florales. Los capillos que se conservan están realizados en
terciopelo, de forma cuadrangular y escotadura convencional en la zona alta; en
todos se repite la misma composición: un medallón circular acoge imágenes en
media figura rodeado de una leyenda y ésta, a su vez, de una corona formada por
rocallas de las que salen ramilletes. Un capillo presenta a Cristo con la cruz
a cuestas y el cirineo, con la leyenda CRUCEN BATULAMSSIS; otro, Cristo
amarrado a la columna, con la leyenda ECCE HOMO. Cuatro capillos llevan efigies
de profetas con sus respectivas leyendas: PROFETA ZACARIAS, PROFETA EZEQUIEL,
PROFETA JEREMIAS, PROFETA DANIEL. Se ha buscado el realismo en las actitudes y
en la expresión de los rostros. Las piezas complementarias de este terno llevan
una decoración de rocallas y flores acomodadas al espacio correspondiente. La
técnica combina puntos planos con otros de relieve destacándose los puntos
enjavado, oro tendido, canutillo de oro, hojuelas, lentejuelas y matizado de
sedas. Por su singular barroquismo es fechable en la segunda mitad del siglo
XVIII, pudiendo deberse al patronazgo del arzobispo Delgado y Venegas.
Capas de imaginería para la Inmaculada.
Cronología: finales del siglo XVI. Autores: Anónimo sevillano, En la Catedral
ha pervivido la tradición de que en las grandes ceremonias y procesiones del
Corpus y la Inmaculada las dignidades deben ir revestidos con capas de
imaginería, por lo que todo canónigo o dignidad que ingresa en el Cabildo debe
aportar la suya, resultando por ello que las series son desiguales. Se
conservan tres series del siglo XVI: las gotizantes (18 capas), realizadas en
los primeros años de la centuria, siguiendo para la imaginería modelos del
pintor Alejo Fernández; las platerescas (11 capas) que tienen como principal
novedad la introducción del balaustre como elemento de soporte; las
renacentistas (6 capas) que se corresponden con las reproducidas en la fotografía
de la izquierda, todas de época de Felipe II, donde el balaustre es sustituido
por la columna de fuste liso, se mantiene el arco de medio punto o rebajado y
se extienden los fondos tapizados de oro. Es interesante apuntar que buena
parte de la imaginería de este conjunto de capas se toma directamente de la
obra de Jorge Fernández en el Retablo Mayor, apareciendo también imágenes
tomadas de las portadas ejecutas en barro por Lorenzo Mercadante y de las
series de vidrieras ejecutadas por Enrique Alemán y Arnao de Vergara. Muchos de
estos bordados se presentan hoy sobre tejidos de época posterior
Gremial para la Inmaculada. Cronología: 1836. Autores: Anónimo
sevillano. En este siglo los ornamentos sagrados van a conocer su decadencia
debido a varias causas: las exigencias sociales se inclinan más a un cierto
pragmatismo sobre lo fastuoso, hay un descenso de espiritualidad y de prácticas
piadosas, pérdida de bienes y privilegios de la iglesia, invasión francesa y
desamortizaciones, desequilibrio político y social, inestabilidad de la
producción artística, especialmente las artes decorativas. El gremial que
reproducimos presenta en la zona preferente la imagen de la Virgen con túnica y
manto; dos ángeles le colocan la corona mientras otros le sostienen y abundantes
nubes cierran el espacio. Es una pieza singular por su virtuosa factura y por
reunir diversas técnicas de bordado en una sola pieza. Todas las piezas de este
juego, especialmente realizado para los cultos de la Inmaculada, que incluye
una casulla, capa del Deán, cinco capas de canónigos, cuatro dalmáticas,
estolón, juego de parces y puñetas, frontal, dosel y gremial, están realizados
en raso azul con rico bordado de oro, buscando la plasticidad utilizando
distintos resaltos.
Zapatos de la Virgen de los Reyes. Cronología: h. 1275. Autores: Anónimo
hispanomudéjar. La imaginería vestida ha tenido siempre gran importancia en el
ceremonial litúrgico de la iglesia sevillana. De la época medieval se conservan
los zapatos de la imagen venerada como Virgen de los Reyes, imagen que, según
la tradición, data de la entrada de Fernando III en la ciudad. Gestoso los
describe con todo detalle situándolos dentro del siglo XIII. Se lamenta de que
los antiguos historiadores sevillanos los recordaran solamente como que son de
cuero con flores de lis y unas letras lombardas que dicen amor. Están
realizadas con fina piel blanca para su mejor adaptación al pie. Miden 25
centímetros de largo siendo la suela de forma muy puntiaguda estrechándose
hacia el talón. La pala se decora con el tema de la flor de lis, de piel
cobriza, que se ha embutido en la piel blanca constituyente de los zapatos; en
torno a ellas van estrellas de ocho puntas y la palabra AMOR. En la zona
posterior el tema central es una cruz con cuatro palomas y estrellas; arquitos,
almenillas, circulillos y aves son elementos secundarios. Cintillas trenzadas
se suman a los bordes. La flor de lis ha suscitado la idea de que los zapatos
podían ser labor francesa pues la imagen de la Virgen de los Reyes fue un regalo
que el rey francés, San Luis, hizo a su primo Fernando III el Santo. Sin
embargo, la técnica es obra hispano-mudéjar, de estilo taraceado o incrustado.
El arte del cuero y de la piel, en todos sus oficios, tuvo gran importancia en
la industria sevillana de la época medieval pero singular auge tuvieron los
chapineros o fabricantes de calzado que completaban la labor de los alfayates
en el arte de la indumentaria. La explicación que puede darse al tema de las
flores de lis, símbolo real francés, es que quiso hacerse honor al origen de la
imagen y no parece probable fueran realizados estos zapatos en el país vecino.
Ningún bordado catedralicio de los siglos XIV o XV ha llegado hasta nuestros
días, si acaso alguno importado, si bien sabemos que en aquellas centurias la
ciudad de Sevilla fue una de las más importantes productoras textiles de toda
Europa, llegando a contabilizarse hasta 3000 telares en la ciudad, de entre los
que destacaba el obrador de la Catedral como uno de los principales. Las
influencias más importantes en cuanto a confección de materiales vienen de
Italia, y en origen, de Oriente, mientras que para la temática se utilizan
sobre todo esquemas compositivos flamencos, tanto para figuras aisladas como
para la representación de escenas de varios personajes, siendo especialmente
llamativo la generalización de modelos derivados de las obra de Jan van Eyck,
que eran interpretados en los cartones por los llamados “iluminadores”,
responsables de los diseños tanto de tejidos como de decoración de libros. Cada
parte del cuerpo o de la indumentaria se realiza con una técnica de bordado
diferente, lo que llevará a un alto grado de especialización a los talleres
principales, capaces de superar en matices a la pintura o la escultura. El
bordado era ejecutado por brosladores, que trabajaban fundamentalmente el hilo
metálico, centrándose en fondos y enmarcamientos; bordadores de seda o
asentadores de imágenes, que trabajaban fundamentalmente en la indumentaria de
las figuras; bordadores de las carnaciones, que representaban con seda las
partes del cuerpo según tratados de anatomía; maestros rostreros, que
individualizaban cada imagen con distintas expresiones y maestros casulleros,
encargados del montaje final de las piezas. En este momento, en las principales
cortes civiles o religiosas, el elemento de mayor prestigio para su propietario
son los tejidos historiados, que ya entonces, y especialmente durante los
siglos XVI y XVII, formaran parte del equipaje o guardarropa de las principales
cortes europeas, que dignificaban sus ceremonias en un suntuoso espacio
decorado a base de tejidos. El poder entonces de una familia tiene en su
colección de tejidos un indicativo muy concreto
Paños de andas del Corpus Christi. Cronología: segunda mitad del siglo
XVIII. Autores: Anónimo sevillano. Forma parte de un juego de cuatro faldones
de la carroza del día del Corpus. Constituyen un conjunto de excepcional valor.
Sobre tisú de plata se ha desarrollado una exuberante decoración barroca con
grandes cartelas de rocallas en cascada de trazo asimétrico, contorneadas de
cinta mixtilinea que ascienden interrumpiendo la línea de la frontalera. En el
interior se presentan pasajes bíblicos y en la zona superior la Giralda
flanqueada por los jarrones de azucenas. En los ángulos y doseleras nuevos
grupos de rocallas articuladas en juegos convencionales. La técnica ha logrado
altos relieves con hilo de oro y diversos puntos técnicos acercándose a la
técnica del repujado de metales. Se conservan también las piezas de asiento de
la custodia, con bordado similar al de los faldones.
Casulla. Cronología: segunda mitad del siglo XVIII.
Autores: Anónimo sevillano. Han desaparecido las divisiones clásicas y la
decoración invade todo el espacio, lográndose una gran riqueza plástica. La
especial configuración no ha evitado el eje central sobre el que se incrustaban
edículos con imágenes religiosas. En la parte posterior (reproducida a la
izquierda) aparecen las figuras de San José, San Pedro y Santiago Apóstol,
todas de cuerpo entero y con sus respectivos atributos, que se cobijan en
hornacinas a modo de fingidas ventanas, a través de las cuales se adivina un
paisaje de perspectiva profunda con elementos campestres y arquitectónicos.
Cada hornacina presenta un perfil distinto como también es distinta la
decoración que las bordea, que tiene un carácter preciosista por influencia de
la orfebrería. El campo de la casulla se cubre con finas rocallas en forma de C
y S, engarzadas entre sí por vegetales de concepción caprichosa. El trazado de
esta rica decoración responde a un barroco depurado y de gran refinamiento,
propio ya del movimiento rococó. La técnica colabora en aumentar las calidades
del cincelado con labor de oro llano utilizando hilillo metálico con mecha
oscura contratando con los motivos bordados de laminillas brillantes. Los
fondos y figuras están bordados con sedas. El bordado en general presenta
valores escultóricos de gran belleza.
Capa de imaginería ara el Corpus Christi. Cronología: primera mitad del siglo
XVIII. Autores: Anónimo sevillano. El inicio del siglo XVIII coincide con la
llegada de la dinastía borbónica y la toma de importantes medidas para rehacer
la producción industrial de tejidos tras el largo periodo de la Guerra de
Sucesión. Muchas de estas medidas consistirán en tomar bajo protección real
determinadas manufacturas. Papel importante tendrán también, ya en la segunda
mitad de la centuria, las Sociedades Económicas, que dirigieron sus esfuerzos
al aspecto docente y formativo del artesano con el objetivo de obtener
productos de calidad estética y técnica para prestigio del arte textil. En
Sevilla se aprecia un influjo de las sedas procedentes de Lyon, con diseños
espontáneos y dispersos, a los que se sumaran las aportaciones del extremo
oriente, conocidas entonces como chinescas y, ya a finales de siglo, los
menudos elementos de rocalla procedentes de Francia. También tendrá importancia
en esta centuria la consolidación en Sevilla del arte de la pasamanería, que
incluye cintería, galonería, cordonería y borlajes, conservándose en la
catedral una excelente muestra de este tipo de piezas, que enriquecían los
bordados tradicionales. La pieza que presentamos es la única conservada de su
serie, si bien estimamos que formó parte de un terno de varias obras. Los
edículos que contienen las imágenes están formados por un pabellón cupulado del
que salen farpas a modo de doselera y hacia los lados, simulando cortinajes
recogidos que se cierran con bellas rocallas. Se conservan los puntos góticos
del fondo y el pavimento solado creando perspectiva. Las imágenes presentan a
San Pablo y San Pedro, San Isidoro y San Leandro, Santas Justa y Rufina; la
indumentaria, magníficamente realizada con puntos matizados y adornos de
bordados en oro, alcanza gran preciosismo y riqueza por sus adornos. La traveta
lleva la Virgen coronada con el Niño en brazos rodeados de resplandores y
rocallas. En el capillo, San Francisco recibiendo los estigmas; el santo,
poseído por el éxtasis, se encuentra en arrobo místico con la visión de Cristo
crucificado en forma de serafín con alas luminosas como antorchas. En el suelo
calavera e instrumentos penitenciales. Constituye el conjunto una pieza
excepcional de exquisito barroquismo.
Encaje inferior de alba. Cronología: segunda mitad del siglo
XVIII. Autores: Anónimo sevillano. Los encajes auténticos que se conservan en
la catedral de Sevilla son escasos, como ocurre en la mayoría de catedrales, ya
que son labores sumamente delicadas que no resisten la acción del tiempo, el
lavado y el uso continuado. En su mayor parte son modelos de estilo barroco
tardío, realizados por la técnica de bolillos. Estimamos que todo el conjunto
conservado es de factura sevillana, realizados en los conventos de religiosas
de clausura. Reproducen encajes extranjeros como una recreación hispana pues se
combinan puntos auténticamente belgas o flamencos con otros de carácter
español. En el siglo XVIII en Sevilla se realizan todo tipo de encajes. Este
que reproducimos presenta grandes motivos florales formando un escudete que
alberga una dama elegantemente ataviada, sentada en una viga tirada por
ángeles, portando un cáliz con la Sagrada Forma.