FICHAS DE ATRIUM
(VIDRIERAS)
San Miguel. Cronología: h. 1478. Autores: Enrique Alemán.
La creación de la vidriera empieza con la realización por parte del artista de
un diseño sobre una fina lámina de estuco colocada en un soporte de madera (a
partir del siglo XV se realizará sobre cartón) que después el vidriero calca en
un papel y transporta a escala real. Este dibujo se recorta en distintos
fragmentos para conseguir las plantillas que usará el cortador de vidrio. Una
vez cortadas, se colocan en una red de plomo que da cohesión y rigidez al conjunto.
En la vidriera, como arte del fuego, la incidencia de la técnica desempeña un
protagonismo especial. El vidriero dispone de una paleta limitada de colores.
No fue hasta el año 1300 cuando apareció el amarillo de plata que permitió
enriquecer la paleta de los vidrieros y poder aplicar en una sola pieza de
vidrio distintos colores. Desde el siglo XI la técnica de la vidriera aparece
sistematizada por el monje Teófilo en su tratado Diversarum Artium Schedula. En
él se describen las diferentes operaciones que deben seguirse para realizar una
vidriera; dibujo del cartón, adaptación de los vidrios a éste cortándolos en
diferentes piezas, pintura con grisalla de los vidrios, cocción de la misma,
emplomado y asentamiento. Son operaciones que han permanecido inalterables a lo
largo de los siglos y que hoy, cuando han aparecido nuevos procedimientos,
continúan vigentes. La vidriera no es simplemente una pintura pasada a un
soporte de vidrio. Requiere el dominio de unos procedimientos que configuran un
lenguaje propio en el que la técnica es un instrumento esencial de la creación.
La inclusión de contrafuertes y arbotantes en la estructura de las iglesias
góticas permite que los gruesos muros del románico desaparezcan. Los muros
perimetrales pueden ahora ser horadados, cubriéndose de bellos vitrales. Estas
vidrieras hacen que el espacio interior se llene de una luz coloreada mística,
que junto con la verticalidad de la construcción, generan ámbitos llenos de
espiritualidad que pretenden acercar al hombre hacia la realidad celestial,
siguiendo los principios de la escuela de filosofía escolástica.
Santa Águeda, Santa Lucía, Santa Cecilia y Santa Inés.
Cronología: 1479. Autores: Enrique Alemán. Las primeras vidrieras que se
realizan para la catedral de Sevilla corrieron a cargo de un maestro alsaciano,
Enrique Alemán, que trabaja en su realización, al menos, desde 1478, en que se
le cita por primera vez. Como ponen de manifiesto las vidrieras asentadas por
su taller, cuando este vidriero llega a Sevilla era un maestro que debía tener
detrás de sí una experiencia importante. Su arte nos revela a un artista
dependiente de las soluciones de la vidriera alsaciana, concretamente de las
desarrolladas por el taller de Peter Hemmel von Andlau, que quedan implantadas
de súbito en la serie importante de vidrieras que realiza para la catedral de
Sevilla. Las noticias de su actividad en la catedral solamente alcanzan hasta
1479; aunque pudiera permanecer algo más en la catedral, consta que en 1484 se
hallaba trabajando en Toledo. Esta interrupción de sus trabajos parece estar
motivada porque el estado de las obras de arquitectura no permitía continuar
asentando vidrieras y porque, tal vez, el arzobispo don Pedro González de
Mendoza, que había pasado a Toledo en 1483, decidió reclamarle para que
acometiera trabajos en la catedral primada, tal y como se ha podido comprobar
en el archivo de la catedral primada. En todas sus vidrieras sevillanas se
siguió una misma disposición: la figura se destaca de pie, en la mitad inferior
de cada vano del ventanal, perfilándose sobre un fondo de damasco que pende de
un templete proyectado con elementos arquitectónicos de carácter gótico. En
todas ellas la técnica de Enrique Alemán se pliega a una concepción de la
vidriera que intenta cada vez más aproximarse a la pintura. Se trata del
abandono de soluciones que fueron específicamente vidrieras en favor de otras
que hacen de estas obras auténticas pinturas sobre vidrio. Los efectos
perspectivos producidos por los solados y los templetes, el modelado de las
figuras a través de una aplicación difuminada de las grisallas, los intentos
por “ocultar“ los plomos de engarce, convirtiéndolos en trazos del dibujo,
unido al dominio de todos los procedimientos cromáticos, sitúan la obra de este
maestro como una de las más notables, renovadoras y maduras de la vidriera
española de época de los Reyes Católicos.
La Glorificación de la Virgen. Cronología: 1511-1520. Autores: Jean
Jacques. En 1510 se menciona a un nuevo vidriero, Juan Jacques, a quien los
documentos comprendidos entre ese año y 1520 llaman de formas diferentes:
Johannes Jacopus, Juan Anes Jacobus, Jan Jacopu, Juan Jages o Jacques y Jan
Jacques. Por la documentación sabemos que era flamenco, concretamente de
Zelanda, y que el 26 de agosto de 1508 contrata con el cabildo de la catedral
de Santiago de Compostela la vidriera del rosetón de la fachada occidental. De
allí pasó a Portugal, como indica un documento de la catedral de Sevilla en el
que se alude al “vedriero que vyno de portogal”. Como Enrique Alemán, Juan
Jacques, cuando llega a Sevilla, probablemente atraído por el prestigio y
florecimiento de la ciudad, era un maestro formado, con un lenguaje plástico
que acredita una asimilación de las soluciones de la pintura flamenca en
contacto con lo francés. La labor de Jacques en la catedral de Sevilla se
centra principalmente en la realización de las vidrieras de la Capilla Mayor y
del cimborrio. Para la primera realizó dos vidrieras dedicadas a la Virgen: La
muerte de la Virgen y La glorificación de la Virgen. Acerca de la fecha de
ejecución los documentos acreditan que una fue realizada entre 1511 y 1512 y
otra entre 1518 y 1520, pero sin especificar el orden de ejecución de ambas. La
obra de Jacques presenta novedades y diferencias importantes con respecto a la
de Enrique Alemán. Su arte, como hemos dicho, denota una formación en las
soluciones de la pintura flamenca, pero dotando de una estilización, elegancia
y armonía de color propia de un artista dotado de una acusada y original
personalidad. Él fue el primer maestro que en la catedral de Sevilla realiza
vidrieras con composiciones aunque para ello, se viese obligado a
desarrollarlas en ventanales divididos por varios parteluces.
La Virgen de la Misericordia. Cronología: 1534. Autores: Arnao de
Vergara. El 27 de septiembre de 1525 aparece por primera vez en los archivos de
la catedral la figura de Arnao de Vergara, el primer maestro español que
interviene en el programa vidriero y el artista que introduce un cambio
fundamental en la evolución estilística del mismo. Probablemente nacido en
Burgos e hijo del vidriero Arnao de Flandes “el Viejo”, recibió su formación
renacentista en el clima artístico burgalés impregnado de italianismo. Su labor
en Sevilla no se limitó solamente a los trabajos de la catedral sino que
también realiza vidrieras para el Alcázar, y para iglesias de Jerez y Osuna,
figurando también como miniaturista, junto con el granadino Andrés Ramírez,
para hacer trabajos de este tipo para el Monasterio de las Cuevas. En las obras
iniciales de Arnao de Vergara hallamos un fenómeno paralelo a lo que se produce
en la obra de pintores y escultores formados en los primeros años del siglo XVI
cuando tiene lugar el desplazamiento de las formas flamencas por los nuevos
modelos procedentes de Italia. Esta contradicción entre elementos tradicionales
y la presencia de elementos italianos queda de manifiesto en una vidriera que
hace por entonces, acaso una de las más bellas de la catedral: La Virgen de la
Misericordia amparando bajo su manto a las doncellas (capilla de las
Doncellas). La capilla había sido cedida a Micer García de Gibraleón,
protonotario apostólico y familiar de León X, para la Cofradía de las Doncellas
cuya finalidad era la de dotar a doncellas pobres para el matrimonio. El tema
de la vidriera, realizada por Arnao de Vergara en 1534, se organiza a la manera
de un retablo y representa en la composición central a la Virgen amparando a
las doncellas en el momento de recibir éstas su dote y, en el remate, La
Anunciación, que era titular de la cofradía. A pesar del tono tradicional que
tiene la iconografía de la composición central, la vidriera en su conjunto
constituye uno de los primeros y más representativos ejemplos de renacentismo
en la serie de vidrieras de la catedral. Las arquitecturas del enmarcamiento y
los elementos decorativos, la representación de la perspectiva del espacio, la
armonía cromática y la suave cadencia y ritmo de las proporciones, acredita una
evocación, nada vulgar, de las propuestas de ciertos pintores italianos de en torno
al 1500.
San Sebastián. Cronología: 1535. Autores: Arnao de Vergara.
Un sistema compositivo similar al aplicado en la vidriera de la capilla de las
Doncellas e idéntica preocupación por el valor conferido a los enmarcamientos
arquitectónicos se observa en la vidriera que nos ocupa, realizada en 1535 por
Arnao de Vergara para el ventanal que se abre sobre la Puerta de los Palos. Los
encuadres de figuras y composiciones con orlas o arquitecturas fue una solución
frecuente en la vidriera desde hacía mucho tiempo. Su empleo facilitaba el
ajuste de la vidriera a los ventanales cuya forma y dimensiones no son casi
nunca exactos. Sin embargo, en las vidrieras de Arnao de Vergara, además de un
elemento organizador de la composición, las arquitecturas se proyectan como un
instrumento imprescindible para la configuración de la representación del
espacio en perspectiva. La vidriera de San Sebastián tiene, además, desde un
punto de vista iconográfico, un interés notable. Francisco Pacheco, en su Arte
de la Pintura, refiriéndose a San Sebastián, dice como ha “…visto algunas
imágenes antiguas gloriosas deste glorioso mártir de treinta o cuarenta años de
edad y, en especial la que está en una vidriera sobre la puerta de la Torre de
Nuestra Iglesia Mayor, semejante al retrato del Emperador Carlos V con barba
redonda, como de cincuenta años”. Evidentemente se trata de un retrato del
Emperador, de quien existe algún otro en vidrieras españolas del siglo XVI,
como el que aparece en una de las de la catedral de Granada de Juan del Campo:
La venida del Espíritu Santo. En la catedral de Sevilla, la figura de San
Sebastián, con el cetro y la cruz, representada por Carlos V, encarna un
personaje con claras connotaciones contrarreformistas