jueves, 29 de febrero de 2024

BARROCO SEVILLANO IGLESIA DE LA MISERICORDIA

 


(No pude asistir por el viaje a la Puglia "El tacón de la bota" ) 

Alonso Morgado en su Historia de Sevilla publicada en 1586, al enumerar los distintos hospitales y centros asistenciales existentes en la urbe, se refería a este de la Misericordia como la más sobresaliente de cuantas instituciones de caridad poblaban la ciudad. La actividad del hospital, con sus 14.000 ducados de renta anuales, se centraba en la dotación de doncellas pobres, facilitándoles la posibilidad de casamiento. Siguiendo el trabajo de Paula Ermila (referido en la bibliografía) podemos afirmar que en la Sevilla del XVII el sector poblacional de mujeres pobres constituía el mayor porcentaje de personas necesitadas que demandaban auxilio para poder sobrevivir. Eran varias las obras pías que se dedicaban a esta labor aunque la desproporción entre la oferta de asistencia y la demanda era enorme, pudiendo acceder a las ayudas sólo las mujeres de determinados estratos sociales. Las dotes estaban compuestas de ajuar y dinero, si bien el dinero no era imprescindible, pues un matrimonio sin dote monetaria se consideraba aceptable, mientras que sin ajuar resultaba inconcebible. De ello dependía además la honorabilidad de la familia, hasta de la más pobre. Las mujeres sin recursos trabajaban desde niñas para conseguir su ajuar, pues el estado matrimonial, más que un ideal, era una necesidad. Las dotes diferenciaban la unión formal, social y legal de una pareja frente a las simples uniones de hecho o amancebamientos, que quedaban al margen de la sociedad, introduciendo a los casados en un universo de relaciones de la que sacar las máximas ventajas posibles, permitiendo incluso borrar diferencias sociales y virtudes perdidas por la mujer según la cantidad que se entregara en este concepto. Las dotes de la institución que nos ocupa tenían un montante mínimo de 50 ducados, frente a los casi 700 que mediaban entre los compromisos de las familias hidalgas. Las mujeres del ámbito rural solían trabajar durante 10 años como criadas en una casa vinculadas a un contrato que obligaba al empleador a pagarle una dote mínima de 50 ducados pasado este tiempo. Más del 50% de los matrimonios en la Sevilla del XVII se efectuaron a través de este método, siendo preferido entre las muchachas casaderas el servir en casas de presbíteros, pues solían ser más generosos en la dotación. En el hospital de la Misericordia tenían preferencia las jóvenes que trabajaban desde niñas para la institución, muchas veces aprendiendo diversas labores (cocina, panadería, costura, cirugía, tratamiento de infecciosos, etc…). En ocasiones los reyes y otros personajes buscaban el apoyo de la sociedad otorgando dotes gratuitas (sin ninguna contraprestación), y en este sentido fueron famosas las donaciones de Isabel I, que dejó en su testamento dos millones de maravedíes para este fin, o de Carlos III, que dotó a 200 doncellas para celebrar el nacimiento de su nieto en 1772. La hermandad de la Misericordia funcionó desde 1476 hasta 1836, cuando la desamortización de Mendizábal expropió los bienes que rentaban a la institución, teniendo entonces que conformarse las juntas provinciales de beneficencia, que en los años sucesivos asumieron la asistencia social que hasta entonces había estado en manos de fundaciones eclesiásticas o de particulares. Hasta este momento, además del hospital de la Misericordia, otras dos entidades en Sevilla se habían orientado hacia esta forma de asistencia; la hermandad de las Doncellas de la capilla de la Anunciación de la catedral (fundada en 1521) y la hermandad de la Vera Cruz (desde 1448), aunque ninguna alcanzó las cifras de la institución que hoy visitamos. Las convocatorias para las ayudas eran públicas, teniendo preferencia las cristianas viejas (estaban vetadas las conversas, moriscas, indias, negras y mulatas), huérfanas de buena vida y fama, mayores de 18 años y residentes en Sevilla. La Misericordia llegó a dotar en un solo año a 226 doncellas, lo que da una idea de su enorme importancia en la sociedad de los siglos XVI, XVII y XVIII. La mayoría de las beneficiarias eran criadas a las que se exigía haber servido un mínimo de dos años en una casa de gente honrada. Los ajuares se exponían públicamente en la Catedral durante la mañana del Viernes Santo antes de ser entregados a las doncellas.