FICHA ATRIUM
Tras la caída de la
ciudad el rey Alfonso X ordena la construcción de una parroquia más allá del
río ligada a la creación de un nuevo núcleo de población, naciendo así la
primera collación extramuros. Esta iglesia se edifica primero dentro del
castillo almohade y advocada como éste a San Jorge y luego en la hoy conocida
como calle Pureza, donde continúa. Durante el resto del siglo XIII y primera
mitad del XIV, seguramente debido a la inseguridad de los terrenos extramuros a
causa de las frecuentes incursiones sarracenas, el número de habitantes del
arrabal, entonces referido como “Puebla de Santa Ana”, es muy escaso. Son años
convulsos y complejos a nivel social, religioso y cultural. La parroquia de
santa Ana se planifica atendiendo a los principios técnicos que se venían
desarrollando en este momento en el resto de Europa, donde el estilo gótico
estaba alcanzando su mayor desarrollo en cuanto a formas y técnicas
constructivas. Nuestra iglesia presentaba en origen un carácter tosco y
rudimentario, con evidente influencia de los modelos parroquiales cordobeses
que aparecen desde 1240. Los maestros de obra provenientes de Burgos, poco
cualificados técnicamente, compartieron los trabajos con los alarifes
musulmanes, que habían demostrado su valía en todo el legado de edificios
levantados durante los últimos años de dominación islámica. Serían seguramente
estos últimos quienes asumieran mayor responsabilidad en el proceso
constructivo. Sin saber a ciencia cierta qué normas o tratados se tomaron de
referencia, lo cierto es que se pueden encontrar relaciones de semejanza entre
el diseño de la planta y la solución aplicada a las cubiertas, lo que nos lleva
a deducir que se planificó un templo abovedado desde el principio. Por otra
parte su ubicación en un gran espacio abierto a modo de plaza respondía a la
necesidad de dotarla de sistemas defensivos, ya que, como más arriba
apuntábamos, aún se producían continuos ataques del enemigo, cuya frontera
entonces estaba marcada por el río Guadiamar. Según diversos autores (Torres
Balbás, Manzano, Lambert, Comes Ramos), serán la catedral de Burgos y el
monasterio de las Huelgas los referentes específicos de los que beberán las
iglesias sevillanas de época alfonsí. La influencia cisterciense también es
evidente. La rotundidad y sencillez de las líneas, la ausencia de decoración,
la traducción de las tres naves a la fachada principal con la inclusión el ojo
de buey o la existencia, en la puerta principal, de delgados baquetones y la
aparición de grandes contrafuertes en las naves laterales hacia el exterior,
serán caracteres de esta arquitectura que se reproducirán en la iglesia de
Santa Ana. Otro de los referentes, sobre todo en la disposición de la planta y
en la conformación de la espacialidad interior, será, según apunta Chueca
Goitia, la iglesia de Santo Toribio de Liébana (1256), aún de estilo algo
tosco, aunque, eso sí, la disposición de los volúmenes en Santa Ana se aleja de
la anterior debido, posiblemente, a las influencias aportadas por los alarifes
musulmanes. Otro de los precedentes tomados como modelo para la construcción de
Santa Ana será la arquitectura civil realizada en Sevilla a partir de la
conquista, concretamente el palacio Gótico del Alcázar. Aparecen aquí ya los
espacios cubiertos con bóvedas nervadas de ojivas que descansan en pequeñas
ménsulas voladas de influencia burgalesa (sistema que posteriormente se
conocerá como “cul de lampe”), así como elementos decorativos en sus claves,
donde abundan las estrellas de cinco puntas y macollas talladas en obra de cantería,
a buen seguro realizadas por alarifes mudéjares. La finalización de este
palacio podría situarse en los años previos a 1271, coincidiendo con las fechas
que se barajan de inicio de la construcción de Santa Ana. Parece ser, dentro de
la controversia que suscita la fecha de comienzo de su ejecución, que entre
1276 y 1280 ya se efectuaban obras en la parroquia. No obstante, estas fechas
contradicen la inscripción existente en la propia iglesia, que fija su inicio
en 1266. En la iglesia se empleará con abundancia el ladrillo, reservando la
piedra calcarenita procedente del Puerto de Santa María para los elementos
principales del edificio, a saber, cabecera, puertas y nervaduras. Con
posterioridad, sobre todo en los siglos XVI y XVIII, la iglesia sufrirá múltiples
reformas.