Puerta de la sacristía
FICHA ATRIUM
El proceso de adaptación de las mezquitas en templos cristianos ha sido objeto de varias investigaciones durante los últimos años. Éstas destacan unas constantes en los ritos previos a la consagración que suponen la eliminación de elementos “impuros” del mobiliario, además de libros, esteras y sepulturas. La purificación se aviene al ritual establecido en el Pontifical, que incluye la colocación de reliquias en el altar mayor, cuya ubicación debe orientar el culto en dirección E-W, contrario al eje direccional N-S de la oración islámica. El espacio litúrgico de esta capilla mayor se ordenaba en torno a un ábside central, mientras que en los primeros intercolumnios de las inmediatas naves islámicas se disponía, entre canceles, la sillería coral y los atriles para las lecturas y predicación a los fieles.
En la aljama mayor de
Sevilla el ámbito de la maqsura (muro sur) fue sacralizado con una imagen
mariana que precedió a la realización de la pintura actual de la Virgen de la
Antigua (siglo XIV), y la capilla mayor quedó situada en el centro del edificio
cortando el eje direccional de la oración islámica. A finales de 1248, este
altar mayor consagrado con las reliquias de san Leandro, cuyos restos había
localizado el propio Fernando III en una de sus incursiones a la ciudad de
Isbilya, quedó presidido por una escultura mariana, luego llamada De los Reyes,
que se dispuso bajo una estructura de madera portátil o un palio sujeto por
mástiles o varales.
En mayo de 1252 esta
capilla mayor permanecía en el mismo sector con una superficie ceremonial de
200 m2, y contaba con canceles y otros cierres espaciales acotando
perimetralmente las zonas del altar y el coro. Este último tendría los sitiales
para el cabildo nombrado por Don Felipe, hijo de Fernando III y arzobispo
“procurador” de esta sede hasta 1258: seis dignidades, veinticuatro canónigos y
treinta racioneros. Este primitivo altar estaba presidido por la referida
imagen mariana, estrechamente vinculada con el rey conquistador. Se trata de
una talla de tamaño natural, sedente, vestida con las mismas ropas de la
realeza y, al ser articulada, podría alterar la posición de sus brazos y
permanecer sentada o erguida, así como cambiar la posición de su cabeza gracias
a un mecanismo de giro con rueda dentada situado en un hueco existente en su
espalda. Esta talla, la mejor conservada del siglo XIII, se coronó con una
extraordinaria presea que perteneció a Beatriz de Suabia. Centro del culto y la
liturgia, se estimó como interlocutora con el mundo sobrenatural, induciendo al
espectador, al fiel, a ver para creer.