FICHA DE ATRIUM
Antigua Puerta Del Sagrario Catedralicio. Cronología: h. 1366. Autores: Anónimo
de escuela de carpintería toledana. Pieza de singular importancia de la
carpintería mudéjar es la puerta que, procedente, al parecer, del antiguo
sagrario de la mezquita-catedral sevillana, se conserva en la sacristía alta,
detrás del altar mayor. Está compuesta por dos hojas, de dos tableros cada una,
cuya superficie se decora con espléndidas lacerias. La composición se centra en
una estrella de diez puntas, que al prologar sus lados determina una serie de
hexágonos y estrellas de cinco puntas, todo ello ornamentado por menudos
atauriques. La separación entre los tableros se efectúa mediante una faja de
bronce repujado y claveteado, siendo del mismo metal los llamadores situados en
los canales superiores. La misma faja se repite en los extremos superior e
inferior de la puerta. Rodeando los tableros figura una inscripción latina de
caracteres góticos tomados del capítulo VI del evangelio de San Juan en la que
se hace alusión de la eucaristía. La belleza de esta obra es indudable lo mismo
que su mérito e interés dentro del panorama de la carpintería mudéjar. Con
respecto a su fecha de ejecución se propuso por Rodrigo Amador de los Ríos la
segunda mitad del siglo XIII, considerándola José Gestoso de la segunda mitad
del siglo XIV. Esta última datación parece la más adecuada, debido a las
evidentes relaciones estilísticas que ofrece con las grandes puertas del patio
de las doncellas de los Reales Alcázares, ejecutadas en 1366. Por otra parte,
tales conexiones pueden indicar que la puerta de la catedral fuera realizada
por carpinteros toledanos como lo fueron las del alcázar.
Artesonado de la sacristía alta. Cronología: h. 1500. Autores: Anónimo
mudéjar. Dos interesantes ejemplos de carpintería tardomedieval de lo blanco
conserva la catedral. Las obras de carpintería de lo blanco son aquellos
trabajos realizados en madera cortada a escuadra, en las que predomina, tanto
en los aspectos constructivos como decorativos, la geometría. Las
manifestaciones más importantes de la carpintería de lo blanco son las
techumbres de madera, aunque en ellas también se incluyen obras similares, caso
de las puertas. De las techumbres destacamos dos, el artesonado de la Sacristía
Alta (reproducido al margen) y el alfarje hasta hace poco colocado en la nave
del Lagarto del Patio de los Naranjos, y recientemente removido de aquí. Este
último, procedente del desaparecido Colegio de Santo Tomás, es obra del siglo
XVI de estilo mudéjar, decorado con labores de lazo. Con resabios mudéjares
pero preeminencia de formas renacentistas encontramos el artesonado de la
Sacristía Alta, en la que se ha copiado con gran fidelidad una de las
ilustraciones del Folio LXXV vto. del Libro IV de Arquitectura, de Sebastián
Serlio. Los casetones de dicho artesonado son octógonos y cuadrados, en cuyo
centro figuran unas piñas. El carácter perecedero de la madera es la causa de
que muchas piezas que la emplearon no se hayan conservado. Asimismo, los
deterioros ocasionados por el uso, la humedad o los insectos han motivado que
muchas piezas se hayan alterado, por sustituciones y reparaciones no siempre
afortunadas.
Puertas de la Sacristía Mayor. Cronología: h. 1547-49. Autores: Diego
Guillén Ferrant. Dentro del apartado dedicado a las labores de carpintería es
necesario resaltar un interesante conjunto de puertas. Tras la obra mudéjar
antes analizada, sigue en antigüedad la correspondiente a la Sacristía Mayor.
Se trata de una obra renacentista iniciada en 1547 y completada dos años más
tarde. Sus trazas corresponden a Diego Guillén Ferrant, pero no su ejecución,
en la que intervinieron diversos carpinteros, ensambladores y entalladores.
Entre los primeros cabe citar a Alonso Ruiz, entre los segundos a Cornielles y
a Jerónimo de Valencia. La participación de estos artistas y de otros, cuyo
nombre se ignora, explica la disparidad estilística de la obra. En ella destaca
la representación de los evangelistas, de las virtudes y de los santos Isidoro,
Leandro, Justa y Rufina, enmarcados por motivos de grutescos y elementos
estructurales, que guardan una estrecha relación con los empleados en la
arquitectura de la Sacristía.
Puerta del pórtico del coro. Cronología: 1730. Autores: Luis de
Vilches. Las puertas correspondientes a los pórticos del coro están firmadas
por Luis de Vilches y fechadas en 1730.De ellas sólo dos, una en cada lado, son
practicables, siendo simuladas las otras dos, construidas en jaspes polícromos.
Junto a la firma y fecha citadas aparecen instrumentos musicales, todo ello
labrado sobre chapa de cobre pulido, en armonioso contraste con el tono oscuro
de la madera de ébano o del jaspe, según los casos
Puerta del pórtico del coro. Cronología: 1730. Autores: Luis de
Vilches. Menos importancia desde el punto de vista escultórico poseen otros
ejemplos, que sin embargo destacan, como es el caso, por la significación de
los materiales empleados. Las puertas de la Capilla de la Antigua, en
comunicación con la sacristía de la misma y con una alacena, son de ébano,
carey e incrustaciones de bronce. Su construcción hay que situarla en torno a
1738, año en que se completó la decoración de la capilla a expensas del
arzobispo don Diego de Salcedo y Azcona, quien la había elegido como lugar de
enterramiento.
Antiguas Cajonerías de la Sacristía Mayor. Cronología: 1548-51. Autores: Diego
Guillen Ferrant. Las piezas de mobiliario litúrgico que conserva la catedral
abarcan cronológicamente desde el siglo XV al XIX, y son exponentes de la
riqueza que en otros tiempos tuvo la catedral sevillana. Del conjunto de
muebles renacentistas ninguno es más destacado que las cajonerías de la
Sacristía Mayor. Por desgracia estas fueron sustituidas entre 1819 y 1822 por
unos armarios neoclásicos hechos por Albiu, en los que se aprovecharon algunos
de los relieves antiguos. La descripción que de ellas hizo en 1804 Ceán
Bermúdez y los restos incorporados a los armarios hoy existentes, ponen de
manifiesto la importancia capital de dicha obra dentro de la escultura
sevillana del siglo XVI. En realidad la sacristía contó con dos cajonerías
diferentes, que se situaban en los muros occidental y oriental. Estructuralmente
eran similares, pero su decoración escultórica variaba, de acuerdo con los
distintos momentos cronológicos en que se ejecutaron. La más antigua se realizó
siguiendo trazas de Diego Guillen Ferrant entre 1548 y 1551, es decir, a la vez
que se construían las puertas que cierran la sacristía. A ella pertenecen
algunos de los frisos de grutescos hoy conservados, así como los relieves de
los evangelistas (reproducidos al margen) que forman parte del armario del muro
oriental, a la segunda cajonería, construida entre 1581 y 1584 con la
participación de Diego de Velasco el Mozo y Juan Bautista Vázquez el Viejo,
pertenecen la mayor parte de las pilastras y los relieves de los Padres de la
Iglesia de la puerta del otro armario. Todos estos corresponden a la estética
manierista
Silla arzobispal y escaño del secretario. Cronología: 1592. Autores: Diego de
Velasco. La silla arzobispal y el escaño del secretario, ambos en la Sala
Capitular, se realizaron en madera de caoba en 1592, decorándose la primera con
imágenes de las virtudes teologales, hoy desaparecidas, y la segunda con
parejas de ángeles que sostienen cartelas. El autor de tales esculturas fue
Diego de Velasco, con quien colaboró Andrés de Ocampo. Junto a ellos intervino
Francisco de Uceda realizando “una tarja que sirve de orla donde sean de poner
las armas de la iglesia en la silla… para… el cardenal”. Tales muebles, hoy
mutilados y desprovistos de buena parte de su decoración, son una buena muestra
de la utilización, en un entorno religioso y casi litúrgico, del mobiliario de
naturaleza profana.
Diseño de silla arzobispal de respeto Cronología: 1682. Autores: Pedro Gómez.
El mismo origen civil tiene otra serie de sillas utilizadas por el arzobispo.
Algunas se colocaban ante el altar mayor durante las ceremonias que presidía el
prelado, otras, sin embargo, figuraban en las procesiones a las que el
arzobispo asistía. Estas últimas reciben el nombre de sillas de respeto,
identificándose por las cuatro asas que permitían a los servidores su traslado.
De estas sillas se conserva un ejemplar, en bastante mal estado, en la
sacristía de la capilla de la Antigua. Corresponde a comienzos del siglo XIX,
presentando asiento y respaldo de tela blanca bordada en oro. De mayor interés
es otra silla, cuyo diseño reproducimos, también conservada en la sacristía de
la Capilla de la Antigua. Su estructura corresponde a la de un frailero, pero
sus líneas son más movidas y su decoración más abundante. La estructura básica
del frailero se ha complicado en esta silla al curvarse algunos elementos,
tales como los brazos, patas y chambranas. Asimismo la ornamentación se ha
incrementado tanto en las chambranas como en los apoyos de los brazos, en donde
figuran sirenas, y en el copete. En el dibujo éste presenta una mitra, báculo y
cruz patriarcal, que la obra definitiva no tiene. Por el contrario, la silla
cuenta con una chambrana posterior que en el dibujo no existe. Tanto ésta como
la delantera se organizan mediante carnosos tallos vegetales rodeando una
amplia cartela, en similar esquema al del copete. La parte inferior de las
cuatro patas se decora con una hoja de acanto, mientras el resto de la
superficie presenta una labor imitando escamas. En el dibujo aparecen asiento y
respaldo almohadillados y decorados por bordados florales, pero ninguno de los
dos se conserva. En el dibujo aparecen las cuatro asas, hoy desaparecidas, que
permitían transportar la silla en la forma antes comentada.
Banco para el Corpus Christi. Cronología: 1777. Autores: Anónimo. Es
tradición no escrita que este conjunto de bancos fueron sufragados por los
propios canónigos. Son piezas de suntuoso barroquismo, acentuado por la movida
línea de los respaldos. Tanto éstos como los asientos son de terciopelo rojo,
llevando un galón de plata y ofreciendo bordados, tipo repostero, en oro y
plata con el escudo del cabildo. Otro contrapunto de color aporta el dorado en
oro fino al agua de los elementos de madera, que van, asimismo, finamente
torneados.
Atriles para el altar del Corpus Christi. Cronología: 1723. Autores: Anónimo.
Del aparato para la fiesta del Corpus Christi forman parte un conjunto de
grandes atriles realizados en madera dorada y policromada. Su monumentalidad
viene determinada por el tamaño de los cantorales que en ellos deben descansar.
Su estructura resulta demasiado rígida y ni siquiera la minuciosa labra de sus
elementos contrarresta esa sensación de obra maciza. Lo más destacado de ellos,
reproducidos arriba, es la variedad de su ornamentación, compuesta por temas
vegetales, junto con figuras infantiles de ángeles y cartelas con inscripciones
y motivos eucarísticos. Se concluyeron en 1723, una vez superadas ciertas
reticencias por parte del cabildo, preocupado por su alto coste. En la
actualidad, y tras ser restaurados, se exhiben en la capilla de San Pablo. El
atril reproducido a la izquierda parece anterior, de fines del XVII, es más
pequeño y presenta la figura de un ángel mancebo, siendo relacionable, desde el
punto de vista estilístico, con la obra de Francisco Antonio Gijón. Considerada
esta circunstancia, cabe pensar si su origen primitivo sería formar parte del
Monumento de Semana Santa, para el que se sabe que entre 1688 y 1689 trabajó el
citado escultor. Su labor se centró en reparar algunas imágenes antiguas y en
realizar un nuevo Calvario para el remate, pero bien pudiera ser que su tarea
se ampliase a la ejecución de otros elementos, como este atril, aunque de ello
no existan referencias documentales. La relación con Gijón la fundamento en la
semejanza de la figura del atril con los ángeles pasionarios o ángeles-virtudes
del paso del Señor del Gran Poder, y con los que posee la hermandad de Jesús
antes Anás, procedentes del paso de la hermandad de San Juan Evangelista, todos
ellos documentados como de Gijón. El ángel del atril, a pesar de su forzada
postura, presenta el sentido de dinamismo y de realismo que caracteriza a las
figuras antes citadas y a buena parte de la obra del mencionado escultor.
Confesionario del Señor Penitenciario. Cronología: Primer tercio del siglo
XVIII. Autores: Atribuido a Francisco Antonio Gijón. Concluyendo este apartado
de las obras realizadas en madera, me referiré al más destacado de los grandes
confesionarios que hoy conserva la catedral. Es, además, el de mayor antigüedad
de los que aún están en uso. Destinado al penitenciario y habitualmente ubicado
en el sector de la epístola del muro del trasaltar, corresponde al primer
tercio del siglo XVIII y presenta una estructura prismática bastante rígida. En
él existe un manifiesto contraste entre la ornamentación vegetal que, a modo de
guirnaldas, cae por los ángulos y la decoración geométrica de los tableros. El
elemento más destacado es, sin duda, el escudo del Cabildo –la Giralda y las
jarras de azucenas-, que sirve de remate al conjunto. El señor penitenciario, uno
por diócesis y generalmente integrante del cuerpo de canónigos de su catedral,
es la persona encargada de velar por la correcta administración de este
sacramento en toda su diócesis, además de ostentar la potestad de perdonar
algunos pecados para los que el resto de curas no están habilitados, como la
rebelión del secreto de confesión, entre otros. En recientes fechas y dentro
del programa pastoral del Año de la Misericordia, el Papa Francisco habilitó de
forma temporal a todos los curas ordenados a perdonar estos pecados, entre los
que también se encuentra la apostasía o el aborto. Terminado este periodo se ha
vuelto a habilitar este confesionario, regido por horarios estrictos que cada
diócesis debe obligatoriamente hacer públicos en sus templos mayores.