miércoles, 23 de octubre de 2024

Mudéjar sevillano: San Isidoro del Campo

 



(VISITA) MUDÉJAR SEVILLANO : SAN ISIDORO DEL CAMPO / ATRIUM / (Guía María) FICHA ATRIUM Tras el proceso de conquista y asentamiento del poder político cristiano, superada la rebelión de 1264, se desarrolla plenamente el estilo mudéjar como síntesis cultural. Se combinan las técnicas islámicas de construcción con la funcionalidad del gótico. Basándose en los ensayos acometidos entre 1249 y 1260 se consolida y extiende ahora el modelo de iglesia y de casa señorial, si bien aparecen algunas novedades, como el empleo del pilar ochavado, sobre todo en las naves de los templos y en los patios, siendo el ejemplo más antiguo el del claustro de San Isidoro del Campo. También son originales de este momento las portadas de ladrillo agramilado, tallado y bícromo, que sustituyen a las antiguas de piedra, siendo un hito importante la que da acceso a la iglesia que hoy visitamos, precedente de la conventual de Santa Paula, posiblemente la mejor de todo el mudéjar andaluz. La arquitectura del conjunto monacal de San Isidoro del Campo se puede considerar como un capítulo tardío de lo que Diego Angulo denominó iglesias-fortaleza, que se diferencian del tipo parroquial por la inclusión de elementos propios de las construcciones castrenses. Esta variante se extiende gracias a la orden cisterciense (encargada por la corona de custodiar territorios de frontera) y es constatable en Sevilla desde los años inmediatos a la reconquista (recuérdese el ábside almenado de santa Marina). Pero no será hasta 1280, con la edificación de la parroquia de santa Ana en Triana, cuando se perfilen sus rasgos distintivos. En San Isidoro del Campo se intensifica el acento militar de la parroquia trianera, pues no sólo mantiene la cornisa almenada y el uso defensivo de las cubiertas de aquella sino que además introduce nuevos dispositivos llamados a defenderla de un posible asedio, como los intimidatorios matacanes que coronan las cabeceras de sus dos iglesias. Fundado por Alonso Pérez de Guzmán y María Alonso Coronel en 1301, sobre los terrenos donde según la tradición fueron encontrados los restos de San Isidoro antes de ser trasladados a León, el monasterio alberga en su interior un rico patrimonio testimonio de sus más de 700 años de historia. Tras la desamortización de Mendizábal de 1835 y la expulsión de la comunidad jerónima comienza un triste periodo de abandono que provocó la ruina de parte del conjunto. Sus excepcionales valores patrimoniales motivaron la apuesta decidida por parte de la Consejería de Cultura para su rehabilitación y tras un intenso periodo de reformas fue posible recuperar el núcleo medieval. De entre los elementos mudéjares del recinto referimos en primer lugar el patio de los Naranjos (nº 1 del plano), espacio abierto que funcionaba a modo de compás y conectaba la zona de procuraduría, botica y hospedería con la iglesia. En origen fue el cementerio de la comunidad cisterciense y, desde el siglo XVII, de los vecinos de Santiponce. Desde él podemos apreciar el aspecto fortificado de la fachada, la monumental columna extraída de Itálica en 1802 coronada con una cruz para sacralizar el lugar o la portada que da acceso al enclave, uno de los más bellos ejemplos del mudéjar sevillano. El segundo ámbito que llama nuestra atención es el claustro de los Muertos (nº 3 del plano), conocido así por servir de enterramiento de los monjes jerónimos. De fuerte impronta islámica, destacan sus pinturas murales datadas en 1431. En la galería norte se aprecian cubiertas con azulejería por tabla del siglo XVI. Otra estancia adscrita a la corriente que nos ocupa es el claustro de los Evangelistas (nº 4 del plano), situado a los pies de la iglesia primitiva, que conectaba los distintos ámbitos del monasterio. También aquí sobresale su notable decoración mural al fresco, conformada por un arrimadero en el que se alternan paños con motivos de lacería y emblemas heráldicos como los calderos de los Guzmanes y dos calamares que conformaban el emblema personal del segundo conde de Niebla. Por último referimos la sala Capitular (nº 9 del plano). En el siglo XV se decoró con pinturas al fresco, destacando el arrimadero con escenas de la vida de San Jerónimo que alterna con paños en los que se desarrolla una espléndida decoración estrellada de raigambre islámica. 


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